No temas… Ten Fe
Patricia Villarroel ss.cc.
Evangelio Según San Marcos 5, 21-43
Hoy día la liturgia nos ofrece dos milagros de Jesús: dos mujeres enfermas a las que Jesús va a sanar de sus dolencias. Dos relatos muy distintos que se entrecruzan en un mismo pasaje de los evangelios y que es narrado de esta forma por los tres sinópticos. Marcos pone el acento en la fe de sus protagonistas.
La primera mujer, que hoy conocemos como la mujer hemorroísa, lleva doce años cargando una enfermedad que, en la mentalidad de la época, es vergonzosa porque la hace impura y la margina de la sociedad. Ella lleva años de gastos en médico y tratamientos infructuosos y ha oído hablar de Jesús y de lo que Él hace; y pone en Él su última esperanza de sanación. Perdida en la multitud, va decidida en su búsqueda. Lo sigue y se le acerca en medio del gentío, hasta tocar su manto. Ella va creyendo en la fuerza de sanación que Él posee. No le pide nada, no intenta conmoverlo con su enfermedad, ella llega hasta Él con la certeza de que tocando sus vestidos quedará sana. Es la fe sencilla de una mujer necesitada, que al contacto con Jesús, en forma discreta y en reserva, consigue lo que viene buscando.
Jesús reacciona al advertir que algo ha ocurrido también en Él. “¿Quién me ha tocado?”, pregunta. Mucha gente lo seguía por el camino y lo oprimía, dice el texto. Pero Él se da cuenta que una fuerza sanadora ha salido de Él. Entonces, insiste en buscar quién le ha tocado. La mujer, ahora sorprendida, se asusta y poniéndose de rodillas cuenta la verdad. Jesús la acoge, llamándola “hija” la incorpora a la comunidad, y le explica lo que pasó: su fe la ha salvado. Ella queda curada y en paz.
La segunda mujer es una niña que se está muriendo, y es su padre el que intercede por ella, suplicándole a Jesús que la sane. Jairo, el padre, no es un hombre cualquiera. Es el jefe de la sinagoga, un miembro importante de la comunidad, un hombre de fe que le pide con insistencia a Jesús que vaya a sanar a su hija. Juntos se encaminan hacia allá. Pero estando en el camino reciben la noticia de que la niña ha muerto. Y entonces, Jesús pone en práctica lo que acaban todos de experimentar. “No temas, solamente, ten fe”, le dice a Jairo. Jesús sabe que la fe de Jairo es capaz de sanar a la niña. Entra en la casa y reprende a los que lloran porque “la niña no ha muerto; solo está dormida”. Y Jesús la levanta.
Ambos relatos son para momentos de crisis, para tiempos difíciles. Cuando hay personas excluidas a las que hay que acoger como hermanos. Cuando nos hemos dormido y necesitamos una mano que nos levante. Cuando nuestro ánimo decae y requerimos de una voz que nos diga: No temas… Ten fe.
El poder de Dios quiere nuestra fe para manifestarse. Espera la insistencia de nuestra oración, y nuestros pies en el camino… Y entonces, ni la enfermedad, ni la muerte tienen la última palabra… Para los que creemos en Jesús siempre, siempre hay una esperanza.
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