viernes , 29 marzo 2024

Comentario Evangelio 08 de Mayo

El Viento (2)

Fe y Misión a la luz de la Ascensión del Señor

Hna. Claudia Lazcano C. MSsR.

Evangelio según San Lucas 24,46-53.

El pasaje de la Ascensión del Señor se da cuarenta días después de la resurrección, Jesús se reúne con sus discípulos y les promete a todos quienes le siguen, que pronto recibirán el Espíritu Santo. La única condición es que permanezcan en la ciudad hasta ser revestidos con la fuerza que el mismo Padre les envía. En medio de la incertidumbre, en el temor de ser descubiertos, la pequeña comunidad emergente vuelve a sentir desazón. Este Jesús resucitado que podían ver y tocar, les anuncia que se va. Él en su pedagogía amorosa, quiere acostumbrar a los discípulos a estar sin su presencia física, pero atentos y comprometidos con su misión. La perseverancia y la fidelidad nuevamente son probadas. Así, en algunos episodios de la vida consagrada la fe es probada, son variadas las situaciones que llevan a experimentar momentos orfandad como en los discípulos; la comunidad, los diversos contextos sociales que afligen al ser humano, la realidad eclesial que no siempre parece oportuna para atender las urgencias pastorales. Por ello, Esta Palabra lleva a preguntarnos ¿Cómo esta nuestra fe?

En esta fiesta, la invitación es a redescubrir la misión de trasmitir el anuncio en nombre de Jesucristo, a vivir la fe y celebrarla. Es el llamado a confirmar nuestro compromiso de colaboradores en el anuncio del Reino, la entrega y amor al prójimo son el corazón de esta tarea. Jesús sentado a la derecha del Padre es signo de este desprendimiento del cual, él mismo, da testimonio con su obediencia hasta una muerte de cruz. El anuncio del Reino es para todos, aún en medio de la duda y la fragilidad humana. El cuidado está en orientar el corazón para acoger la fuerza del Espíritu que es gracia y plenitud, es creer en el amor generoso de Dios que nos ha entregado a su Hijo único para darnos la Vida Nueva, la salvación. Es la fidelidad de Dios manifestada con ternura de Padre y Madre. No nos deja solos y nos anima desde esta nueva realidad; La misión de Cristo no termina con su pasión, muerte y resurrección. Hay un paso más que dar, el compromiso de permanecer con él aún cuando no lo vemos. El envío y la misión requieren preparación; es nutrirse de una experiencia de fe, que nace de la cercanía con el amor de Dios. Amor que nos empuja a dar respuestas ancladas en los valores del Reino. Sin esta vivencia somos asistencialistas y nos restringimos al obrar puramente humano, hay empobrecimiento, indiferencia y acomodamiento. Es la tentación de quedarnos acostumbrados al Jesús resucitado, al gozo en lo particular y con miedo de anunciarle porque ya no le vemos.

La Ascensión es también el momento de confianza y abandono permanente en la promesa de Dios, es continuar, aún sin ver, por nuevos caminos de evangelización. Es comprender que el carisma de cada instituto es el medio para que cada religiosa y religioso, viva con coherencia entre lo que cree y hace, es acoger la fidelidad de Dios y dar respuesta con la propia fidelidad.

El año de la misericordia es un buen tiempo para revisar la propia fe y el compromiso que hemos adquirido al momento de consagrarnos; ¿Cuál es mi misión hoy y ahora? ¿Qué significa predicar el Evangelio hoy día? Desde la Iglesia local ¿Qué es lo más urgente?, Desde el propio carisma ¿Qué se requiere para cumplir la misión?

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