martes , 12 noviembre 2024

Comentario Evangelio 10 de Julio

El Viento (2)

CON VOCACIÓN SAMARITANA

Mariano Varona G., fms

Evangelio según San Lucas 10,25-37

A través de las parábolas, Jesús nos revela aspectos fundamentales de su mensaje. A través de ellas nos enseña con  fuerza, gracia y, con frecuencia, desconcierto  lo que para Él es fundamental. Los personajes que en ellas aparecen figuran como iconos que nos enseñan algo de lo que significa vivir guiados por la Palabra y algo de lo que Jesús pretendía enseñarnos cuando nos comunicaba aquellas narraciones suyas que tanto atraían la atención de sus oyentes.

De ellos podemos, ciertamente, en nuestro caso,  aprender cómo ser y vivir hoy en la Vida Consagrada y eso es lo que  pretende esta simple reflexión. No cuesta mucho ver reflejada a la vida consagrada en esta parábola que nos muestra lo fundamental del cristianismo, saber quién es el prójimo y amarle. Y se siente reflejada en su nacimiento, a lo largo de la historia y en el momento actual de reconversión o refundación.

La vida consagrada nació para atender a los innumerables caídos en las distintas épocas de la historia: para sanar a los enfermos, levantar a los caídos, educar  a los sin escuela o a quienes recibían una educación de muy mala calidad, recoger a los jóvenes vagabundos y en la calle, dignificar a la mujer de distintas maneras, liberar a los presos, atender a los desposeídos y a  las víctimas olvidadas en los márgenes de la exclusión, a derramar sobre sus heridas el aceite y el vino de la ternura y de la gratuidad que restituyeran la esperanza y el ansia de vivir. Desde sus inicios, la vida consagrada ha tenido vocación de samaritana.  Ahí está su identidad.

Con el correr del tiempo, en más de una ocasión, y por múltiples factores,  los papeles se fueron cambiando  y en vez de ser samaritana de las personas con mayor necesidad fue representando el papel del sacerdote y del levita. Se le perdió el herido y arrojado en el camino y fue pasando de largo ante él. Por supuesto que esto no es aplicable para todos los religiosos y religiosas y para todas las Congregaciones, pero en muchos casos hubo una mayor preocupación por  la relación cultual con Dios, por  la oración,  dando rodeos ante  las necesidades del hermano. Interesó más servir litúrgicamente a  Dios y  pasar de largo junto a las necesidades concretas de la humanidad, cuando la realidad del amor al prójimo se juega en el campo de las relaciones interhumanas, en la secularidad de la vida.

Hoy día hemos vuelto a sensibilizarnos con el hermano caído y estamos adoptando posturas samaritanas. Estamos cambiando nuestro centro de atención: nuevamente son los pobres y quienes viven en las periferias y quienes viven o malviven en las peores situaciones.   Nos está resultando más natural mirar las cosas desde abajo, como lo hizo Jesús en la parábola poniendo el foco de atención en el caído. Nuevamente nos estamos arrodillando ante la humanidad herida y violentada y nos desplazamos a socorrer con todos los medios a los heridos y abandonados que yacen “medio muertos” en las periferias de nuestra sociedad.

Desde otra perspectiva, la parábola nos  entrega una serie de lecciones que nos viene muy bien recoger: nos descubre que las exigencias del amor cristiano son ilimitadas, que el amor cristiano no excluye a nadie, que su horizonte es la persona humana,  que  nos debemos a toda persona que nos necesite; que ser cristiano es  estar atento, cercano a todas las necesidades de las personas; vivir siempre alerta para ver quién nos puede necesitar sin dar rodeos, aunque sea nuestro enemigo. Que prójimo no es sólo el compatriota, el co – hermano, sino también el inmigrante, el que es de otra religión o sensibilidad política, el que no piensa como nosotros, el homosexual, la lesbiana o el transexual. Que estamos llamados a ser para todos ellos buenos samaritanos, a hacernos prójimos de ellos, pues lo importante es tener en el corazón una disposición para conmovernos y aproximarnos a quien nos necesita.

Nuestra realidad actual sigue clamando la necesidad de contar con personas y estructuras samaritanas. En medio de un contraste feroz. En medio de un mundo que emite como señales potentes el frenesí posesivo, la obsesión por el propio cuidado y una inconsciencia satisfecha, las fronteras de muchos países quedan llenas de inmigrantes que no son aceptados, pueblos enteros se desploman, jóvenes desorientados optan por la violencia,  y una canción de Mercedes Sosa resuena como latigazo y  denuncia: “A esta hora, hay un niño en la calle, hay muchos niños en la calle”.

Preguntas para planteártelas en la oración o para compartirlas en comunidad:

  1. ¿En qué personaje de la parábola te sientes reflejado/a o se sienten reflejados/as, hoy? ¿Por qué?
  2. ¿Qué heridos o personas botadas en el camino son objeto de tu atención efectiva o de la atención de la comunidad?
  3. ¿Qué situaciones de la realidad, sea internacional, nacional o local tocan tu corazón? ¿Cómo responder a ellas con actitud samaritana?

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