jueves , 28 marzo 2024

Comentario Evangelio 12 de Marzo

La Transfiguración del Señor

Hna. Daniela Casangas
Superiora Provincial Carmelitas Misioneras

Evangelio Según San Mateo 17, 1-9

Hoy somos invitados/as a subir un monte alto para compartir junto a Pedro, Santiago y Juan la visión que han tenido de la Transfiguración del Señor y ser así testigos de la manifestación de su divinidad. Subir al monte implica hacer silencio, encontrarnos con la Palabra, contemplar, visionar, dejarnos impactar por su luz y, confortar por Él cuando nos diga que no temamos. Llevar esta experiencia en el corazón cuando bajemos del monte al encuentro de los hermanos y hermanas.

Este hecho magnífico ocurre seis días después que Jesús ha anunciado su pasión, muerte y Resurrección y ha dicho a sus discípulos que quien desee seguirle debe aceptar recorrer un camino similar. También les ha dicho que algunos de ellos no gustarían la muerte hasta ver al Hijo del hombre venir en su Reino. Ahora Jesús se manifiesta, a tres de ellos, con su rostro resplandeciente y sus vestiduras luminosas; quizás como una manera de reafirmarlos en su fe, para el testimonio que cada uno estaría llamado a dar. Nosotros/as también hoy podemos ser testigos de la Transfiguración, para manifestar que la participación en la gloria de Cristo es la meta de nuestro peregrinar.

Junto al Señor Transfigurado están Moisés y Elías. La Ley y los Profetas dialogando con el Evangelio Vivo. En Jesús se cumplen las Escrituras. Él es la Buena Noticia del Reino. El diálogo de los tres me lleva a pensar que subir al monte con Jesús, para contemplarlo en todo su esplendor, significa adentrarnos en la Palabra, degustarla, gozarnos en ella, al punto de querer quedarnos ahí, en el monte, ayudando a Pedro a construir las tiendas. Pero sabemos que la Palabra nos desinstala.

Tal vez por eso irrumpe lo que intuyo es el mensaje central de toda esta escena (justamente en el texto está ubicado en el versículo central). Es la Voz de Dios diciendo a los tres discípulos y a nosotros: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco, escúchenlo”. Dios Padre nos insta a que, con confianza, nos pongamos a la escucha del Señor, dejando que sea Él quien nos transforme haciendo que nuestra vida comience a marchar según la lógica de Dios: camino Pascual que implica tomar la cruz, perder la propia vida por amor. Es lo que Jesús ha dicho seis días antes.

Los discípulos temen; pienso que no es la Voz de Dios la que los asusta, ni la nube que los cubre, sino lo que esto simboliza: encontrarse dentro de este Misterio de Amor y sentirse pequeños ante Él. Nosotros/as no somos ajenos a esta experiencia; también hemos experimentado el temor, la pequeñez, nos enfrentamos a nuestras incoherencias. El miedo paraliza o nos hace huir. Pero, así como Jesús tocó y animó a sus discípulos a levantarse y a bajar del monte, nosotros/as somos alentados/as por la Palabra que, cuando toca nuestro corazón, nos impulsa hacia de los/as demás, porque la Palabra no se queda quieta sino que nos inquieta y moviliza para construir el Reino y éste no se construye en la cúspide de la montaña sino abajo, en el valle junto a otros y otras.

Bajar al encuentro de los hermanos y hermanas, pero con la mirada y el corazón transfigurados. Que sea esta la gracia que nos conceda Dios en este día.

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