En Caná de Galilea comenzó Jesús sus signos
Carlos Cano c.p.
Sacerdote Pasionista
Evangelio según San Juan 2, 1-11
Caná de Galilea es el escenario escogido por Jesús para iniciar la serie de signos mesiánicos que le acreditarían ante el pueblo como el Mesías. La gente se asombraba de su sabiduría, “Nadie ha hablado como este hombre”, “Nunca hemos visto cosa igual, hace oír a los ciegos y andar a los cojos”, “Todo lo hizo bien”.
Todos los gestos, signos y palabras de Jesús tienen un simbolismo misterioso revelador del Amor de Dios que quiere revelarse como Dios Amor y Misericordia y desea vivir y estar con los hijos de los hombres para comunicarles su Amor. Para este primer signo, elije un escenario humano entrañable como es la boda de unos jóvenes enamorados que, sin embargo, se encuentran faltos del vino que alegra a sus invitados. Esa circunstancia es aprovechada por Jesús, bajo la intervención femenina y maternal de María, para ofrecer un vino nuevo que nadie conocía antes.
Este primer signo mesiánico refleja dos realidades muy claras. La felicidad humana tiene fecha de caducidad y no llena el corazón del ser humano en plenitud. “Falta el vino…”. Cuando el hombre piensa que ya ha llegado al culmen de la fiesta, del amor y la felicidad, se encuentra con que algo falla, algo falta y la fiesta se termina en decepción. Jesús sale al paso de esta preocupante carencia y ofrece un “Vino Nuevo” que cuando se prueba provoca la admiración, el asombro, la sorpresa y la alegría duradera.
La intervención de Jesús salva la fiesta. Y es que EL nunca resta, siempre suma y planifica. En contra de lo que este mundo defiende, alejado de la fe en Dios, el Amor de Dios, la vida en y con Dios, vivifica y realiza al ser humano y le lleva a la plenitud. Para eso el hombre debe vaciar “sus tinajas” de un agua que no tiene sabor, de un agua que no sacia la sed, de todo aquello que ocupa sitio pero no sabe a nada; antes de llenar las tinajas de buen vino hay que desocuparlas de agua. Entonces se dará el cambio y llegará la alegría, el asombro y la felicidad desconocida y ofrecida amorosamente por Dios.
Hay muchas vidas ocupadas por cosas inútiles, matrimonios que “no saben a nada” y llenos, hasta arriba, de agua desabrida; hay vidas consagradas en la Vida Religiosa y Sacerdotal que han perdido el sabor, o han creído tener la felicidad en lo mundano y se han encontrado que “les falta el Vino Nuevo” del Amor de Jesús; han perdido sabor cristiano y saben mucho de mundanidad y poco o nada de Evangelio; conocen las Escrituras, como los escribas y fariseos, pero no conocen las delicias de las Bodas del Cordero donde se sirven “vinos generosos y manjares enjundiosos” que son la delicia de todos los invitados a la fiesta de la vida.
Es muy urgente vaciar el corazón de todo para llenarlo del amor de Jesús. La recomendación de la Madre del Señor, “hagan lo que El les diga”, que asiste a la fiesta de la vida y se da cuenta de todo lo que falta, requiere ser tenida en cuenta. La Virgen Santísima siempre sale a favor de sus hijos y ruega por ellos constantemente, hasta el punto de acelerar la “Hora” del Señor. La clave para recuperar el buen vino, la esperanza y la alegría de la fe consiste en volver a Jesús y “hacer lo que Él nos diga”.
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