Una pregunta con diferentes respuestas….
Hna. Verónica Santillán
Esclavas del Sagrado Corazón, ar.
Evangelio según San Lucas 9,18-24.
Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les pregunto: ¿Quién dice la gente que soy yo?
Jesús se atreve a ponerse frente a los discípulos esperando la respuesta a una pregunta que tiene que ver con la identidad, con lo más propio, con aquello que nos define, no porque no supiera quien era El, sino porque quiere darse ese espacio para la escucha de los más cercanos suyos y porque tal vez esta respuesta le permitirá reconocer lo que del Padre está transmitiendo (“quien me ve a mi ve a mi Padre”).
Llama la atención que esta pregunta es formulada no en cualquier circunstancia , sino que la hace en un momento de oración, en un momento de intimidad … en esos momentos que dejan muy al descubierto porque están impregnados de la transparencia y sinceridad . Podríamos en este día permitirle a Jesús que nos dirija a nosotros consagrados la misma pregunta :¿Quién dice la gente que eres tú?…. y tal vez nos lleva al mismo tiempo a preguntarnos a nosotros mismos: ¿Quién soy yo? Para poder dar lugar a escuchar lo que los otros dicen de mí.
La respuesta será llena de sentido para nosotros, porque está en nuestro corazón también, nos llevará a mirar la esencia de nuestra vida consagrada, nuestro Ser y que bueno que esto ocurra, porque tal vez en medio de esta vorágine, a veces se nos olvida preguntarnos, y vamos viviendo solo con la respuesta de la pregunta ¿Quién dice la gente que soy yo? A la cual algunos dirán: es el mejor ecónomo, la mejor coordinadora de pastoral, el mejor vicario o superior de comunidad, el excelente teólogo, la mejor enfermera, la más preocupada por los ancianos y tantos más …. ¿Crees tú que es esa la respuesta que nos gustaría escuchar?… ¿Crees es tú que esa respuesta hace vida tu misión de consagrado? …
Pues Animo!!!… encontrar cuál sería la respuesta más plena para nosotros nos llevara a descubrir que rostro de Jesús y del Padre estamos llamados a transmitir, y por eso tal vez este año de la misericordia sea el tiempo que nos ayude desde lo más nuestro, de esa realidad de seres a veces vulnerables, desde lo más profundo del corazón testimoniar con nuestra vida primero la experiencia de ser misericordiados, para poder nosotros ser la misericordia del Padre en medio de su pueblo.
Y con esa fuerza de la misericordia poder aceptar la invitación con que el evangelio de hoy termina en la propuesta al seguimiento, desde este alentar a cargar la cruz que quizás sea el reconocernos quienes somos y lo que estamos llamados a ser, (dejando que nos revelen nuestra propia verdad) y renovando nuestro compromiso de fidelidad al proyecto del Señor para nosotros, con la convicción y la confianza que da que el que pierde la vida por él la salvará.
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