Vengan conmigo y les haré pescadores de hombres
P. Eduardo Millán, C.S.V.
Evangelio según San Marcos 1, 14-20
Seguimos este domingo con un relato también vocacional. De nuevo Jesús llamando a sus discípulos, esta vez para enviarlos a una misión importante: ser pescadores de hombres. El domingo pasado también se narraba el encuentro con Pedro y Andrés, pero en clave de relación. Y es que la vida cristiana –y, en consecuencia, la vida religiosa tiene estos dos polos insustituibles: encuentro y misión.
La vida religiosa no es ante todo una moral, ni un código de leyes, ni acción social, aunque tiene de todo eso también. La vida religiosa es, ante todo, encuentro con Jesucristo; sin él, sin una relación de amistad transformadora con él, es imposible que haya vida religiosa.
Pedro y Andrés, son primero llamados, convocados a vivir con Jesús, y desde este encuentro, todo cambia para ellos: dejan su antigua profesión, se van tras Jesús, son enviados. Sus vidas se han transfigurado. Dejarán todo por Jesús. Ya no tendrán sus redes la importancia que tenían antes. Y el mar de Galilea se hará ahora tan ancho como el mundo. Ya no pescarán peces, saldrán a buscar hombres y mujeres para llevarlos a Cristo.
Hace cuatro días, en el encuentro que tuvimos con él en la catedral de Santiago, el Papa Francisco nos animaba a renovar nuestro sí al Señor, a no centrarnos en nosotros mismos, a remangarnos y “salir a tocar la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel”.
Para eso, necesitamos encontrarnos con Jesús, debemos dejar atrás las redes antiguas, hemos de convertirnos de corazón. Es decir, debemos dejar atrás nuestra antigua vida: egoísmos, comodidades, ambiciones, rencores, apegos. Con frecuencia, seguimos apegados a las cosas, acomodados, sin riesgo ni valentía para emprender un nuevo camino ligeros de equipaje. Por eso no avanzamos, no crecemos como consagrados, seguimos estancados, vivimos una vida religiosa fácil, cómoda, sin mucha complicación. Y compaginamos tranquilamente nuestra consagración con comportamientos que no son reflejos de un verdadero religioso/a.
Ojalá que este domingo, animados por ese entusiasmo que nos contagió el Papa Francisco, renovemos nuestro compromiso de seguir en serio al Señor, de soltar las ataduras y aventurarnos con El, dejando que nos transforme y nos llene de felicidades mejores. No es fácil, porque a veces vivimos en una sociedad tan materialista y cómoda, que nos impide tomar decisiones radicales. Tampoco se piden heroísmos sobrehumanos. Pero sí que podemos cambiar ciertas actitudes: podemos ser más amables, más solidarios, más generosos, más sonrientes, más cariñosos, más comprensivos, menos intolerantes, más alegres. Sólo así podemos ser pescadores de hombres, sólo así nos creerán y se preguntarán qué o quién nos mueve a actuar de esta manera diferente a como actúa la mayoría de la gente. Empecemos dando pequeños pasos, volvamos hoy a decir a Jesús que sí, que cuente con nosotros para evangelizar nuestro mundo con los valores cristianos que son verdaderos valores humanos. Y oremos unos por otros, llamados por Jesús, a dar unidos testimonio de la fe y del amor.
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