Por: Carlos Cano c.p.
Evangelio según San Juan 16:12-15
Jesús está concluyendo el ciclo de sus enseñanzas directas, itinerantes, pues los días de su vida mortal se acaban. Es consciente de que “el tiempo” se le acaba y sabe las limitaciones de sus discípulos en el aprendizaje del Evangelio. Pero ese ha sido su plan al hacerse hombre y compartir los misterios de Dios con sus discípulos. Queda mucho por hacer. Los discípulos tienen una fe cogida con pinzas. La confianza y la fe en El es muy débil y tienen muchas dudas. Mientras El está con ellos, le ven y le oyen, se mantienen, pero cuando su imagen desaparezca entrarán en crisis y les dominará el miedo, el desánimo y la huida.
Pero Jesús tiene la solución a estas limitaciones de tiempo suyo y de capacidad de sus discípulos: EL ESPÍRITU DE LA VERDAD. El les guiará a toda verdad. Jesús les revela que la fuerza de ese Espíritu, que no es otro que el Amor del Padre y de su Hijo, les hará capaces de perseverar, de entender el Misterio del Reino de Dios y de hacerlo presente en la historia con su propio testimonio de vida y de palabra. El proyecto del Reino no termina con la desaparición visible de Jesús a causa de su muerte; su Resurrección de entre los muertos hará posible que venga el Espíritu y culmine la obra y el proyecto de la salvación que el Padre tiene desde los siglos. Un mundo de amor y fraternidad, de justicia y de paz. Reino de Dios lo llama Jesús.
La capacidad de los discípulos es frágil y limitada, les desborda y les sobrepasa la Verdad de Dios revelada en Jesús, el Maestro. No llegan a entender el significado del Reino que Jesús anuncia; todavía siguen con una percepción equivocada de reino de este mundo. Pero Jesús tiene paciencia y comprensión; con una inmensa ternura les desvela la acción del Espíritu, el cual les hará entender todo y les llevará hasta la Verdad plena. Entonces entenderán que el Padre y Jesús son uno, porque “todo lo que el Padre tiene es mío también”.
El Proyecto de Dios es una comunidad de hermanos donde todos busquen el bien y la verdad. Los discípulos reciben esta herencia y este reto; serán una comunidad de hermanos en la que todo lo tendrán en común, para ser ante el mundo, signo del Reino, nuevo Pueblo Santo de Dios, Iglesia misericordiosa y evangelizadora.
Aquí la Vida Consagrada se siente particularmente interpelada. ¿Hemos entendido el proyecto de Jesús? ¿Somos una comunión que testimonia y significa el Reino? El Espíritu del Padre y del Hijo, ¿alienta nuestras decisiones y nuestra vida?
El proyecto es grandioso y las fuerzas muy débiles. “Pero el Espíritu les mostrará mi gloria y se lo dará a conocer a ustedes”. Por eso les invita a acoger el Espíritu sin miedo. Es decir, abrirse al Amor del Padre y del Hijo. Sólo después de Pentecostés entenderán lo que les está proponiendo y serán capaces de dar testimonio con la palabra y con la vida.
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