Hno. Clenic Muñoz,OFMCap.
Evangelio según San Marcos 9, 2-10
Cada año en el segundo domingo de cuaresma leemos el texto de la Transfiguración del Señor, que nos presenta un anticipo de la resurrección y de nuestra nueva vida gloriosa en Dios.
En este tiempo de cuaresma, Jesús nos invita a reconocer la luz que proviene de Él; que nos desafía a mirar nuestra vida, y la de nuestros hermanos con verdad y amor, nos lleva a reconocer la misericordia de Dios en nuestra vida. Y nos lleva a pedir perdón por nuestras faltas.
Este camino de conversión que estamos llamados a recorrer nos permite admirar la belleza de nuestra vida, como también el percibir nuestros límites, contemplar nuestros procesos de crecimiento – maduración… la gracia de dejarnos iluminar por la luz del Señor nos muestra toda nuestra vida tal cual es. Una vida que es un don.
La Transfiguración del Señor es la manifestación de la luz de Dios en la humanidad de Jesús, una humanidad igual a la nuestra, menos en el pecado. La Transfiguración del Señor manifiesta que toda la humanidad está llamada a vivir en la luz de Dios y al mismo tiempo, que toda la humanidad está llamada a irradiar esta luz a todas las realidades de este mundo.
Para ser luz (discípulo), debemos acoger en nosotros la Palabra del Señor. En este tiempo de cuaresma, Jesús nos muestra que la actitud del discípulo, del creyente, es la escucha.
Estamos llamados a escuchar de una manera activa, receptiva… Acogiendo en nuestro corazón la Buena Noticia del Amor de Dios: reconocer que somos hijos amados de Dios, y que estamos llamados a vivir en su misericordia (amor). Esto entraña encarnar la Palabra de Dios, es decir, aceptar nuestra vida como un regalo, como un don, que estamos invitados a compartir, a entregar generosamente en el servicio…
“¿Dónde habla Jesús hoy, para que le podamos escuchar? Nos habla ante todo a través de nuestra conciencia. Ella es una especie de «repetidor», instalado dentro de nosotros, de la voz misma de Dios. Pero por sí sola ella no basta. Es fácil hacerle decir lo que nos gusta escuchar. Por ello necesita ser iluminada y sostenida por el Evangelio y por la enseñanza de la Iglesia. El Evangelio es el lugar por excelencia en el que Jesús nos habla hoy. Pero sabemos por experiencia que también las palabras del Evangelio pueden ser interpretadas de maneras distintas. Quien nos asegura una interpretación auténtica es la Iglesia, instituida por Cristo precisamente a tal fin: «Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha» [Lc 10, 16. Ndt]. Por esto es importante que busquemos conocer la doctrina de la Iglesia, conocerla de primera mano, como ella misma la entiende y la propone, no en la interpretación –frecuentemente distorsionada y reductiva– de los medios de comunicación”.
El Señor nos invita a transformarnos en luz, en instrumentos que irradian su presencia, en el servicio generoso y gratuito, vivido – encarnado en la comunidad, siempre ayudando a nuestros hermanos más necesitados. Que Dios nos conceda esta gracia, nos ayude a convertir nuestro corazón, y abrirlo a los hermanos.
Paz y bien.
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