Adviento, Vivir la Consagración Como Un Tiempo De Espera Preparado
Hna. Claudia Lazcano
Hermanas Misioneras del Santísimo Redentor
Evangelio según San Mateo 24,37-44.
En este domingo primero de adviento Mateo nos sitúa delante de Jesús y al lado de sus discípulos. En un dialogo que invita a revisar la propia historia de salvación del pueblo de Israel como un aprendizaje en el camino de encuentro con el Mesías prometido. La comparación con lo sucedido a Noé, nos lleva a reflexionar como en cada tiempo el ser humano ha tejido un mundo de redes por las cuales transita construyendo una cosmovisión propia que le determina en su ser y quehacer. En este entramado acelerado se pierde el centro. Dios es marginado de la vida del hombre.
El tiempo de adviento recoge esta enseñanza del evangelio, que busca animarnos en esta época cuando desgastados por los afanes de un año, se ve que hay pendientes, trabajos y compromisos aún por resolver. Y las opciones se orientan a la eficiencia, responsabilidad y éxito… eso sería un excelente fin de año, igual que en tiempos de Noé, en esta vorágine se va perdiendo la identidad propia de la consagración, tal vez es alarmista o quizás un caso aislado, pero cada vez más se va consintiendo en cumplir mínimamente la estructura, se va adaptando. Se mantiene la forma y el fondo se diluye. Por ello hacer una pausa se hace necesario. Recuperar los espacios sagrados no solo en lo externo, es esencial que también en el interior. Ese lugar donde Dios habita, y puede transformar genuinamente a la persona. Es dejar que el misterio de la encarnación vuelva hacerse presente como signo fecundo de la espera confiada en el Dios de las promesas cumplidas.
El tiempo de espera es el momento de propicio para hacerse eco de la invitación a estar prevenidos y preparados. Es la Palabra viva y siempre actual que orienta el seguimiento de Jesús. Es un llamado al hombre y mujer consagrado a volverse a su interior para mirar su vida espiritual, no solo la del rezo o el del cumplir, sino en esa vida espiritual que trasciende toda la persona; su fidelidad, trabajo, relaciones, comunidad, familia. Entender bien como Jesús pide en este evangelio, es atreverse con humildad y honestidad a reconocer que cada momento puede ser la hora para revisar las elecciones de cada día y acoger con ello la venida del Hijo de Dios. Es hora de conversión, de fidelidad, y de creer que todo momento es la Hora del Dios con nosotros.
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