viernes , 3 enero 2025
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Comentario Evangelio 30 de Mayo

Hna. Karla Guadalupe Gutiérrez Sánchez
Carmelita Misionera de Santa Teresa

Hoy celebramos con toda la Iglesia la solemnidad de la Santísima Trinidad. El Evangelio de hoy nos presenta un momento crítico de Jesús con sus discípulos, la despedida física del poder hablar y verse cara a cara. Los discípulos ya habían sido testigos de su muerte, resurrección y ascensión gloriosa al cielo. Habían compartido con Él, visto sus milagros y, lo más impresionante de todo, aún dudaban.

De la misma forma muchos de nosotros aún seguimos dudando de la presencia de Dios en nuestra vida diaria, y aun que se nos manifiesta de muchas formas; en la sonrisa de un niño, en el rostro del amigo, en la humildad de los pobres, en la presencia del migrante etc. hemos caído en la rutina de acostumbrarnos a lo rutinario de nuestra vida, al estrés del activismo, y de tantas cosas superfluas que nos han ido alejando de ser sensibles a la gracias de Dios Trino, a veces hemos visto el paso de Dios por nuestra vida y nada cambia, aún dudamos.

A pesar de esta actitud de los discípulos y nuestra, Jesús deposita su confianza en nosotros y nos deja de llamar «discípulos» para empezar a ser sus «apóstoles»» (-enviados- en griego). Jesús envía a estos hombres a bautizar y enseñar en nombre de Dios Padre, de Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, el único y eterno Dios.

Porque Jesús nos brinda la posibilidad de participar de la vida Trinitaria a la que somos invitados desde nuestro bautismo. Dios Padre ha tenido la generosidad de llamarnos a su vida de amor y de familia, que implica una relación filial con él y nos hace hermanos con Cristo. Aquella “relación filial” es obra del Espíritu Santo, por eso que frente a Dios Padre está el Hijo, y ambos están unidos por el Espíritu Santo en el amor divino; ambos se conocen, comprenden y aman en una comunión de igualdad.

La Trinidad Santísima nos inspira  vivir su comunión, reciprocidad y amor. ¿Cómo? Sintiéndonos amados como hijos de un Padre amoroso, amándonos a nosotros mismos como hijos de Dios y amando como hijos de Dios al prójimo. Quien se siente amado como hijo de Dios, piensa, vive, celebra y organiza su vida como un auténtico “Hijo de Dios” el gran tributo que podemos ofrecer a la vida  Trinitaria es asumir el compromiso de amor que nos lleva a ser cada día más parecidos a Jesús.

El Papa Francisco nos dice:

“Dios Padre a través de su Hijo que es su Palabra hecha carne, nos actualiza hoy la promesa de permanecer con nosotros todos los días de nuestra vida y darnos la fuerza del Espíritu Santo para llegar a la santidad. Él Eterno confía en ti con tu historia, tus errores y tus dudas para llamarte a ser su apóstol. «El que cumpla y enseñe estos mandamientos, será grande en el Reino de los Cielos.»(Mt 5,19) En cada eucaristía se celebra la memoria de esta salvación; el memorial de Jesús que se hace presente sobre el altar para darnos la vida, también nosotros, en nuestra propia vida personal, debemos hacer lo mismo: hacer memoria de nuestro camino, porque cada uno de nosotros ha hecho un camino, acompañado por Dios, cerca de Dios, cerca del Señor a veces también alejándose del Señor. Hace bien al corazón de todo cristiano hacer memoria del propio camino y tener claro cómo Dios lo ha conducido hasta aquí, como lo ha llevado de la mano.”  (Homilía de S.S. Francisco, 21 de abril de 2016 en santa Marta).

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