Venimos de caminar como hermanas y hermanos, conscientes de que la sinodalidad configura el rostro de la Iglesia. Escuchamos el eco de los pobres, de la tierra y seguimos viviendo una pandemia que trastoca la cotidianidad y revela con inclemencia las brechas sociales de nuestros pueblos.
La andadura de estos años, ha estado marcada por la certeza de que “ya es la hora” y hoy más que nunca, estamos llamadas/os a desentrañar la vocación profética y misionera de nuestra identidad, conscientes de que estamos convidadas/os a una travesía intercongregacional, intercultural e itinerante.