miércoles , 17 julio 2024
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Comentario Evangelio 21 de Noviembre

FIESTA DE CRISTO REY: VOLVER A MIRAR NUESTRO COMPROMISO CON EL REINO
Consagrado llamados a ser Testigos del Reino entre mucho otros “reinos”.

Fr. Lino Miranda Castañeda, ofm.
Coordinador Conferre Zonal
Diócesis San José de Melipilla

Este domingo con la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, culminamos nuestro año litúrgico donde hemos revivido, reconocido y revalorado la propuesta de Jesús para todo corazón que se acerca a él con la disposición de ser una creatura nueva.

En el año litúrgico vamos introduciéndonos una vez más en los misterios del Señor, y los textos nos ayudan a comprender este “deseo” de un Dios que se humana, que hace experiencia encarnada, que no se aminora por hacerse peregrino y compañero de viaje con su criatura, que se exilia de su propria gloria para buscarnos en nuestra propia historia. Dicho deseo, es la vivencia y praxis del mandamiento del amor, ese mandamiento nuevo y único que identifica al discípulo verdadero y sincero, y que tiene dos movimientos profundos: poner la mirada a Dios: fuente y dador de todo Bien; y a mi hermano: depositario de ese amor gratuito, en quien sirvo al Dios de la Vida en su vida necesitada de mí.  Este movimiento tan sencillo de comprender desde las ideas, pero complejo y desafiante desde la experiencia y la realidad del encuentro, es el camino para sumarse a este Reino prometido por Dios, y que Jesucristo, el Dios encarnado, es el reflejo fidedigno de este REINO.

El Evangelio de este domingo, nos presenta el encuentro de Jesús ante Pilato, en el contexto de la Pasión, donde el Hijo de Dios ha sido rechazado por las autoridades de su pueblo, porque las ideas de su Reino nuevo, implica un cambio de vida que para ellos, que tienen el poder, les implica una renovación de vida a la que, sin duda, se debe renunciar; renuncias que tiene que ver con lo material y  prestigio en medio del pueblo a lo que no están dispuestos  aceptar.  El Reino propuesto por Jesús les recuerda a estas “autoridades” la enseñanza de toda la Ley que ellos creen enseñar y vivir, el espíritu de aquella Ley que fue dada por el mismo Dios, y que Jesús viene a darle plenitud, sin embargo, la misión de Jesús los desespera.

En el diálogo que presenta el Evangelista Juan se muestra un Jesús quien no sólo está enfrentado a una autoridad de un Imperio invasor, el romano el cual tiene sometido a todo el pueblo judío y otras latitudes, sino que también se enfrenta a un “sistema” de vida religioso que se ha instalado con el pasar de los tiempos y se ha transformado en una sociedad donde una “elite” se ha distanciado de la vivencia de su pueblo, viviendo de privilegios y del usufructo de la fe de los otros. La gran mayoría de esa elite, se ve amenazada por la propuesta de Reino de Jesús, por ello es mejor deshacerse de él, buscando todo tipo de argumentos para poder condenarlo y “borrarlo del mapa” … y ni siquiera tienen el audacia de hacerlo ellos mismos, sino que buscan otros medios, como el imperio, para hacer su fechoría. Pilato, por eso no comprende que ese mismo pueblo oprimido que tiene un Rey, quiera deshacerse de él, por ello le surge la curiosidad de saber si verdaderamente él es Rey.   

Y Jesús es Rey, él lo dice; es el Rey de aquel hombre abatido que en él descubrió el perdón, de aquel enfermo excluido que dio sanación; de los endemoniados que eran temidos y los volvió dóciles y abiertos al encuentro con los demás; de aquellos que experimentaban la muerte en su vida y que sembró la esperanza de la resurrección, dándoles una nueva oportunidad para amar la vida y vivirla con entrega y generosidad.  Es el Rey de aquel que camina en la autenticidad y en la fidelidad, aquel que es capaz de entrar en su habitación y elevar su oración al Padre. De aquel que es capaz de hacer el bien sin andar vociferando ante todos lo que ha hecho, sino que en el silencio comparte lo que tiene al otro. Jesús es el Rey de aquel que es capaz de comprender que el verdadero mandamiento del amor, el más importante, es mucho más grande que cualquier sacrificio u holocausto. Jesucristo es Rey de aquel que vive en la verdad, porque solamente aquel que vive en la verdad, dispone los oídos del corazón y del espíritu para escuchar la dulce voz del Maestro que lo invita a vivir y vivir en libertad.

Jesús es el Rey de estos hombres y mujeres y de muchos más que son sujetos de su amor y misericordia, un Rey en medio de un Imperio/Reino invasor, cuyo representante esta ante sus ojos; Jesús no es el Rey de los pequeños “reinos” de los escribas y fariseos, quienes no le permiten entrar por sus muros protectores de la soberbia; Jesús no es el Rey de aquellos “reinos”  creados por los sacerdotes y los ancianos, quienes se sienten amenazados con las “nuevas” ideas del “maestro Jesús” y que viene a remover aquellos cimientos que tanto se han entregado en el tiempo.  En fin, Jesús es Rey de un Reino entre otros muchos reinos.

Nuestra vida consagrada es signo del Reino, así la Iglesia nos ha ido animando desde nuestros orígenes.  Los documentos emanados por la Iglesia, y las cartas de animación también desde nuestros institutos religiosos en particular, nos llaman a ser testigos del Reino.  En el hoy de nuestra historia como vida consagrada ¿De qué Reino soy testigo?

La Fiesta de Cristo Rey nos alegra pues en ella reconocemos como nuestro Señor y Rey a Jesús nuestro Maestro; ella no es sólo una fiesta litúrgica más en nuestra vida… ¡No debería! Sino, más bien una oportunidad para  hacer nuestras las palabras del Evangelio que hoy escuchamos, para  así “reconocernos” si verdaderamente somos de este Reino prometido por Jesús… si queremos ser parte de él; si positivamente nuestra vida, tanto personal como comunitaria, irradia el Reino en medio de los lugares donde estamos insertos, donde existen muchas otras propuestas de “reinos” que buscan  adecuarse a las necesidades personales y egoístas, de quienes se sienten seducidos por sus encantos, pues se proponen como dudables “reinos de libertad”, haciéndonos esclavos de un sistema, o de una forma de vida que nos separa de la gratuidad del encuentro con el otro, de la acogida y del perdón.  Esta Solemnidad me invita a ponerme en alerta para descubrirme si verdaderamente hay un esfuerzo desde mi parte y desde mi comunidad religiosa por ser testigo de este Reino de Amor, de Justicia y de paz, y no caer en estos seudos-reinos del acomodo, del privilegio, de la seguridad, o del “bienestar” que me hace sentirme tranquilo pues construyo muros que me separan de la realidad.  

La Solemnidad de Cristo Rey nos invita volver a la originalidad de nuestra vocación, es decir, al llamado de Aquel que ha seducido de tal manera mi vida que por su amor entrañable me ha hecho renunciar a otras posibilidades de “reinos” en cuyos espacios no encuentro la verdadera felicidad.

Re-vivir esta Solemnidad de Cristo Rey del Universo, significa celebrar a Aquel quien a triunfado y reina en mi corazón, y me hace la propuesta de su Reino, del cual quiero encarnar sus valores en mi vida, porque estoy convencido de que ellos me llevaran a la Salvación… Quiero celebrar hoy al Rey que me hace poner mi mirada en los predilectos de su Reino: los ciegos del camino, los endemoniados que viven en los sepulcros olvidados de nuestra sociedad, los pecadores que buscan reconciliación y paz; quiero vivir los valores de este Reino que está preparado para quienes son “benditos del Padre”, porque se hicieron un espacio para dar de comer y beber, para vestir, para estar en los momentos de la soledad de la enfermedad y el cautiverio, que abren las puertas de sus hogares y del corazón para quienes andan errantes por el camino y muchos de ellos a la orilla “medios muertos”.  Que esta Fiesta de Cristo Rey renueve mi compromiso de fidelidad y perseverancia en ser como consagrado Testigo del Reino, en medio de tantos reinos del hoy de nuestra historia.

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