jueves , 21 noviembre 2024
el viento

Comentario Evangelio 27 de Febrero

De lo que reboza el corazón habla su boca

Hna. Sandra Henríquez cm.
Carmelitas Misioneras

El evangelio nos ubica en torno unas parábolas, cuyas simbologías expresan las características del no- discípulo/a, en primer lugar, la ceguera, en segundo lugar, la brizna y la viga, en tercer lugar, el árbol y sus frutos. Finalmente, como contraposición el corazón, lugar donde el discípulo de Jesús arraiga sus más profundas convicciones y desde donde brota todo su actuar.

Si damos una mirada a la realidad mundial, vemos graficado lo que significan estas parábolas. Las consecuencias que trae consigo el pretender ser guías sin reconocer la propia ceguera, el narcisismo orgulloso del poder que mueve todas las esferas políticas, sociales, eclesiales y económicas buscando sólo su propio beneficio convirtiendo a las personas en instrumentos de sus deseos, y nosotros/as somos testigos/as de lo que la ceguera de unos pocos va generando: guerras, pobrezas, migraciones y desplazados.

 ¿Cómo debe ser, entonces, un discípulo y una discípula de Jesús?

Para poder dar los frutos necesarios que ayuden a combatir estos poderes y ser agentes de esperanza, es necesario que nuestro compromiso cristiano, sea constantemente revisado a través de nuestras actitudes, ¿Qué dicen mis actitudes y gestos sobre mi compromiso discipular? ¿Se parecen a los de Jesús? de esa forma seremos conocidos/as como promotores de justicia y paz.

El y la discípula de Jesús tiene que reconocer desde su propio corazón, es decir desde su propia interioridad, qué es aquello que lo/la mueve, desde dónde está mirando la realidad y de qué forma esta realidad le empuja al profetismo, de esa forma el corazón discipular se va haciendo evangelio vivo y criterio de actuación movido por el principio de la misericordia.

El cultivo de la interioridad nos permite escuchar las mociones del Espíritu y al mismo tiempo se va convirtiendo en el hogar que habitamos y desde el cual salimos al encuentro de los hermanos y hermanas.

El cultivo de la interioridad trae consigo la reconciliación personal y la apertura a los gestos que promueven la paz y la justicia.

El cultivo de la interioridad nos hace más íntimos, y por lo mismo, más receptivos y empáticos con la vida de los demás, con sus sufrimientos y alegrías

El cultivo de la interioridad nos permite ser buenas/os escuchadores, personas que pueden dar una palabra de aliento y esperanza, palabras de vida.

Ante la ceguera, que hoy nos tiene sumergidos en una guerra sin sentido nos hacemos eco de la súplica del Papa Francisco por la paz y nos comprometemos a ser verdaderos discípulos/as de Jesús.

Una vez más la paz de todos está amenazada por los intereses de las partes. Quisiera hacer un llamamiento a quienes tienen responsabilidades políticas, para que hagan un serio examen de conciencia delante de Dios, que es Dios de la paz y no de la guerra; que es Padre de todos, no solo de algunos, que nos quiere hermanos y no enemigos.

Y quisiera hacer un llamamiento a todos, creyentes y no creyentes. Jesús nos ha enseñado que a la insensatez diabólica de la violencia se responde con las armas de Dios, con la oración y el ayuno. 

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