El umbral que nos transforma
Lucas 13, 22-30
Hna. Carolina Madariaga M, RBP
Hermanas del Buen Pastor
El evangelio de este domingo nos puede parecer duro en sus expresiones, incomprensible en sus sentencias y exigencias. Abramos nuestros sentidos para dejarnos interpelar por esta Palabra que es presente, es hoy.
Pondremos la atención en la reacción del dueño de casa ante quienes tocan la puerta para ingresar y le dicen: “Señor, ábrenos”. Y él les responderá: “No sé de dónde son ustedes”. Parece razonable si ya esta cerrado es porque no se espera a nadie, sin embargo, lo que impresiona es la respuesta de aquellos que esperan detrás de la puerta: “hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas”, y él insiste en desconocerlos. Esto es la clave que nos pondrá en movimiento, ¿Qué ha pasado que nuestra voz no es familiar, si hemos escuchado y pasado tiempo juntos? ¿Por qué ahora nos desconoces?, pregunta realista y dolorosa, Señor he estado contigo, he consagrado mi vida a tu proyecto y aún así no nos conocemos, o mas bien yo no te conozco en mi verdad.
Desde lo dicho anteriormente Jesús nos mueve a pasar la por la puerta estrecha. ¿Qué significa esto? Es reconocernos pequeños, que necesitamos despojarnos de aquello que impide cruzar el umbral; estructuras innecesarias, ideas preconcebidas, actitudes de rigidez, dolores no sanados; hay tanto de que despojarnos, tanto a nivel institucional, comunitario y personal. Porque si optamos por la puerta ancha nuestra vida se vuelve insípida, con una relación superflua, sin pasión.
Cristo es la “puerta” por la que hemos de entrar también hoy los cristianos, si queremos reavivar nuestra identidad.[1] Porque no basta con pertenecer a una institución religiosa, ni siquiera a la Iglesia, sino conocemos, ni tenemos una relación de amistad, de escucha del corazón que nos configure con su persona de Jesús. Nuestro seguimiento nos exige entrar por la puerta estrecha, como dice el evangelio de san Juan, él es la puerta y quien entre por él se salvara, es por ello que la pregunta de este desconocido en el evangelio nos da la clave para encontrar lo sagrado y eterno que habita dentro nuestro, nos lleva a la comunión con el Señor que nos pide despojarnos de lo inútil e innecesario para encontrarnos en nuestra verdad que es, él mismo.
En el mundo celta se dice que Juan el apóstol apoyado en Jesús en la última Cena escuchó el latido del corazón de Dios. Se convierte en un símbolo de la práctica de escuchar profundamente dentro de nosotros mismos, escuchar profundamente los unos a los otros, dentro del cuerpo de la tierra por el latido de la presencia sagrada.[2]
Encaminémonos en la tarea de conocer con el corazón al Señor para pasar por las exigencias de su discipulado, cruzar el umbral que nos da libertad, identidad, que es vínculo intimo y significativo; es relación en la cual podemos comer, beber y escuchar a Jesús como persona real y afectiva; pasar por la Puerta estrecha nos dará vida abundante.
[1] Fragmento de: José Antonio Pagola Elorza. “El camino abierto por Jesús. Juan”.
[2] Escuchando el latido del corazón de Dios – John Philip Newell.