La integridad de la vida cristiana y la fidelidad en el servicio
Evangelio de Lucas 16, 1-13
Hna. Claudia Lazcano
En el evangelio de este domingo, Lucas nos lleva a mirar las acciones de un administrador bastante astuto, que pareciera llevar muy bien aquello que le han confiado, hasta que su Señor se entera que no es así: “Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: «¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto». Con esta parábola nos presenta una enseñanza de Jesús a sus discípulos, que trasciende en el tiempo para ser también una lección para los cristianos de hoy. ¿Cómo comportarse frente a la riqueza? un elemento que la sociedad históricamente a sobrevalorado. Jesús nota la dificultad de sus seguidores para vivir los valores del Reino. La dificultad de armonizar la vida espiritual y las acciones de vida cotidiana que van desarrollando en un escenario marcado por el esfuerzo, por condiciones de pobreza y falta de equidad para quienes no habían nacido en condiciones acomodadas. Esta realidad es una situación de tensión constante para quienes oyen el anuncio del Reino y no es fácil de compaginar con los procesos sociopolíticos y socioeconómicos del pueblo de Israel. En medio de esta complejidad, emerge el reconocimiento que Jesús hace en la parábola del administrador astuto “(…) Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz”. Esta postura del Maestro, nos desafía en la lectura con la nitidez de un espejo, nos devuelve imágenes que muchas veces apuntamos en otros, sin revisar lo propio. Si volvemos a repasar el texto y la figura del administrador: sitúa al servidor de cara a la integridad en el servicio que se le ha confiado y con ello, Jesús nos da la oportunidad de revisar el corazón, de forma personal y como instituciones. La tarea que ejercía el servidor puede ser cualquiera de nuestros servicios o labores actuales. Esas acciones que ejercemos llamándonos cristianos y que en ocasiones mal justificamos o normalizamos, es necesario mirar cuán correcto somos, cuando nadie nos ve o cuando justificamos nuestros propios intereses.
Lucas nos conduce a través del relato a revisar esos intereses, aquellas cosas sencillas y que siempre hemos hecho de la misma forma; como no pagar sueldos en los tiempos acordados por estar demasiado ocupados en las cosas importantes pasando a un segundo plano la necesidad de quienes dependen de esto para vivir. No hacer contratos que permitan un trabajo digno, sino que todo es por periodos acotados que benefician la institución más no la dignidad de la persona. Ser solidarios como una acción que beneficie a la entidad o el buen nombre; el pobre es útil y desechable, cuando no favorece la ganancia individualista. Otras formas que nos llevan a encarnar la figura de este administrador son las promociones falsas que favorecen el endeudamiento de otros, no respetar los espacios y tiempos de descanso con el pretexto de pequeños favores… Puede haber muchas otras cosas que creemos que estamos llamados a denunciar proféticamente y que creemos que es una mala praxis de la sociedad, y no logramos ver que lo propio tampoco está funcionando. Las palabras de Jesús son un llamado de atención “si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?
Hoy cada persona cristiana o no, se ve arrastrada por la vorágine exigente de lograr una mejor vida, la sociedad actual te insta a conseguir desarrollar un exitismo mal sano; la cual con lleva alcanzar riquezas materiales, puestos destacados y promocionar públicamente toda la vida en el mundo de redes sociales porque si no, no existes y por tanto todo lo que tienes pierde su valor al no ser conocido y reconocido por otros. Una dinámica generalizada que va contribuyendo al desequilibrio social y espiritual de la humanidad, se va perdiendo esa singularidad propia de la Gracia recibida en el bautismo, y se está más alineados con las expectativas del mundo. La fidelidad se va empobreciendo y nos aparta de la misión que se nos ha confiado, esa que es la verdadera riqueza; la vida plena en Dios.
La confianza en el servicio de un cristiano pasa por ser fieles al plan que Dios a trazado desde nuestro bautismo, por apropiarnos de los valores del Reino, viviendo ese amor fraterno, misericordioso y realista en la entrega al prójimo. No solo en el discurso, no solo por las alabanzas sino por la necesidad de vivir en conciencia haciendo el bien. Es esforzarnos por orientar el corazón cada vez más al querer del Señor.Es interesante poder detenernos en este relato, con hondura y con total honestidad atender a la advertencia de Jesús “Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero»” Seguramente redefiniremos que “Dinero” hoy, se puede identificar con mal uso del poder, desidia, falta de empatía, deshonestidad, irresponsabilidad o cualquier antivalor que afecte la integridad del corazón, la conciencia y el envío que cada uno o una ha recibido para administrar en este caminar como pueblo de Dios y del cual tendremos que dar cuenta al presentarnos delante de nuestro Señor.