Orar en toda circunstancia
Evangelio Lucas 18, 1-8
Hna. María Salomé Labra
Misioneras Siervas del Espiritu Santo
En la complejidad de acontecimientos, dolores, injusticias, enfermedades, discriminaciones y violencias que nuestro mundo experimenta, llegando incluso a poner en peligro nuestra casa común, la invitación del evangelio de hoy resuena con nueva intensidad: “orar siempre sin desanimarse”.
¿Quién no ha experimentado la impotencia y decepción llegando a criticar el silencio que parece mantener Dios ante algunas realidades que nos desconciertan? ¿Cuántos han perdido la fe y se han alejado de las comunidades cristianas ante lo incomprensible del actuar de algunos de sus miembros? ¿Por qué Dios permite esto o aquello…? es una pregunta latente ante circunstancias que nos sobrepasan. O cuando atravesamos por situaciones personales desconcertantes, solemos perder la esperanza y creemos que Dios ya no nos escucha.
La adversidad, el dolor, el temor suelen llevarnos a perder la confianza y a encerrarnos o replegarnos en nosotros mismos/as. A lo más, esperamos que alguien nos vea y salga a nuestro encuentro. Sin embargo, la palabra del Evangelio de hoy pone como ejemplo de perseverancia a una pobre viuda que insiste en pedir lo que necesita “justicia frente a su adversario” Y es, con esa insistencia con la que se nos invita a orar sin desanimarnos.
Orar conlleva la capacidad de entrar en relación “con un Otro”, de confiar y abrir nuestro interior dejando que el Espíritu de Dios hable en nosotros/as. Esta actitud requiere de disposición al silencio, necesita tiempo, disposición a la escucha, apertura, afinar el oído, la mirada, permanecer, abandonarse y dejarse transformar entre otras condiciones que suelen desaparecer cuando se está agobiado/a o abatido/a y por otro lado, un tanto escasas en el hoy, pues solemos estar cargados/as de muchas cosas y por ende, nuestros encuentros con Él, suelen quedarse en los modos y momentos de orar establecidos por la comunidad.
Orar sin desanimarse conlleva, no solo sentir la necesidad de orar por algo o alguien, sino también la certeza de que no vamos solos por la vida, ni podemos hacer todo solos, que nos escucha un Padre bueno y amoroso que está atento a nuestros deseos más profundos y quiere escucharnos. A veces, en la comunicación cotidiana, vamos por la vida anhelando y esperando que él otro/a adivine nuestras inquietudes, necesidades, deseos y salga a nuestro encuentro, actitud que también trasladamos a Dios. Sin embargo, Jesús nos recuerda que hemos de renovar permanentemente nuestro dialogo con Dios para sostener viva nuestra fe en que “Dios hará justicia sin tardar”.
En la intimidad con Él, hemos de expresar nuestros clamores y decepciones, búsquedas, necesidades, deseos que emergen desde la realidad que vivimos en la relación con las demás personas y con la creación no porque Dios necesita ser informado sino porque en ello, me y nos vamos ejercitando y aprendiendo a confiar más en Dios, Padre amoroso y misericordioso, que cuida de cada una de sus creaturas. Podemos seguir profundizando con las siguientes preguntas:
– ¿Qué es orar sin desanimarse en mi vida?
– ¿Cuándo pierdo la capacidad de orar sin desanimarme?
– ¿Cuán consciente vivo de que Dios se inclina a amarme y a cuidarme en todo momento?
– ¿Oro y trabajo por la justicia en las situaciones que enfrento en mis entornos?
¡Espíritu vivificador anima nuestra fe y enséñanos a orar en toda circunstancia!