Detengámonos a preparar el camino al Señor
Hna. Miriam Muñoz Marín
Religiosa Filipense
Adviento es la gran espera de la venida del Salvador, es el motivo sublime de la alegría cristiana.
Sin darnos cuenta llegamos al tercer domingo de Adviento, conocido como Gaudete, es el domingo de la alegría, del gran regocijo porque el Señor ya está cerca.
De partida, comienzo preguntándome si realmente estoy preparando el camino al Señor en estos tiempos en que vivimos sumergidos en la inmediatez, ya que todo lo queremos y lo hacemos rápido. De este modo, con un par de clics en la computadora realizamos tramites, compras, nos comunicamos con nuestros familiares, o sabemos al instante las noticias de cualquier parte del mundo. Sin duda, podríamos abrir un espacio de conversación y hacer un listado de todo lo que hacemos de manera inmediata gracias a la tecnología virtual, sin siquiera apreciar la experiencia de la espera. En medio de este panorama, la invitación es ser capaces de sentir la presencia de Dios, estar atentos a los signos de los tiempos, y a descubrir que los caminos de Dios no son los nuestros.
El Evangelio de hoy nos muestra con claridad que tenemos que abrir nuestros sentidos para saber entender que Jesús no entra en nuestra vida haciendo alarde de su presencia, como también lo creía San Juan Bautista, sino por el contrario, Él entra de manera sencilla, humilde pero transformándolo todo, dejándonos perplejos con su actuar, enseñándonos qué es verdaderamente lo esencial para seguirlo y construir su Reino. Jesús nos da la gran lección, salir de nuestra zona de confort, para encontrarnos cara a cara con quienes necesitan ser sanados.
Jesús, por otra parte reconoce la grandeza de Juan, no solo por hacer bien su misión de ir por delante a preparar el camino como le fue encomendado, sino también por ser a su vez testimonio de humildad: “Les aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él”.
Así se puede comprender, que la alegría de quien ama y espera a Jesús, está en prepararse, en tener paciencia como la mujer embarazada o como el campesino que espera que brote la siembra; con el objetivo de dar testimonio de esperanza y confianza e ir cambiando todo aquello que nos aleja del encuentro personal con los amados y elegidos, ”los pequeños del Reino de Dios” a quienes estamos llamados a acoger, acompañar e invitar a caminar juntos para hacer realidad en nuestro tiempo el programa de Jesús.
Que la cita Filipenses 4,4-5 de este domingo, resuene en nuestros corazones y mentes, así la convirtamos en nuestro lema para ser anunciadores de la Buena Nueva.
Estén siempre alegres en el Señor, les repito, estén alegres, que todo el mundo los conozca por su bondad. El Señor está cerca. (Filipenses 4, 4-5).