Adviento: tiempo para ser valientes
Hno. Tomás Villalobos Herrera
Clérigos de San Viator
En este 4º domingo de Adviento, a pocos días de la Navidad, el Evangelio nos muestra la escena en que el ángel del Señor se comunica por primera vez con José y le presenta el misterio de la Encarnación. (Mt 1,18-24)
Una llamativa similitud entre el mensaje del ángel a Santa María y, posteriormente, a San José es que en ambos casos el saludo incorpora esa frase tan hermosa y llena de esperanza que escucharemos luego varias veces en Jesús: “No temas…”. Tanto María como José entran a formar parte de la historia de la salvación por medio de una misión sumamente importante: acoger a Jesús -el Hijo de Dios- y protegerlo en sus primeros años de vida a fin de que llegue a ser aquel que “salvará al pueblo de los pecados”. Una misión desafiante y llena de incertidumbre para esta humilde pareja de Nazaret. El mismo José ya había decidido separarse de María en secreto para no denunciarla, lo que hubiera significado la muerte para ella y para el niño en su vientre si José hubiese hecho uso de su derecho de rechazarla públicamente. Este mensaje del ángel viene a alterar sus planes.
Hoy en nuestro país sigue presente la discusión respecto del proceso constitucional. Ciertamente es necesario tener un cuerpo normativo (constitución y leyes) que delimite aquello que se manda, que se prohíbe y que se permite para alcanzar el bien común. Sea cual sea el resultado de este proceso, todos esperamos que sea lo mejor para Chile y quienes habitan esta tierra. No obstante, existe un riesgo, o más bien una noble ingenuidad que es preciso advertir: la legislación, por si sola, es insuficiente para alcanzar el bien común. Para los cristianos, ese bien común no se alcanza solamente por el cumplimiento de las leyes (que es lo mínimo), sino que se avanza realmente en esa búsqueda cuando estamos dispuestos a ir más allá, incluso hasta dar la vida por el proyecto salvífico de Jesús (que es lo máximo).
María podría haberle dicho que no al ángel en la Anunciación; ella estaba en su derecho de elegir libremente, porque Dios siempre respeta la autonomía. José podría haber decidido denunciar a María en público; él estaba en su derecho de hacer cumplir la ley del pueblo de Israel. Pero ambos van más allá, están dispuestos a escuchar la voz del Señor y -a pesar del temor y las dudas- decirle que sí al Dios.
Ahora es nuestro turno de decirle que sí al Señor, no conformándonos con los mínimos que exige la ley sino a estar disponibles para entregar la vida en el día a día, a enfrentar con valentía las dificultades que se van presentando en el camino y a dejarnos llenar de esperanza en este tiempo de Adviento en que Dios viene a nacer en nuestros corazones y nos repite interiormente: “No temas…”.