El que coma de este pan vivirá para siempre
Jn 6, 51-58
Hna. Miriam Muñoz Marín
Religiosa Filipense
Los católicos nos reunimos todos los domingos a celebrar la Eucaristía, hoy lo hacemos de manera doble porque la Iglesia a nivel universal celebra la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, conocida popularmente como el día de “Corpus Christi”.
Que fácil lo tenemos hoy el poder entender y experimentar la presencia de Cristo en la hostia consagrada, pero que difícil y confuso habrá sido cuando Jesús por primera vez manifestó que Él era el Pan de vida y todo el discurso que plantea en Jn 6, 51-58, la reacción de la multitud se repartió entre opiniones como: si era un discurso literal, metafórico o una locura, lo que provocó división e incluso desistir en el seguimiento de Jesús.
Jesús acostumbrado a hacernos salir de nuestros esquemas y pensar fuera de la caja o sea, pensar diferente, desde una nueva perspectiva nos advierte que Él es el único que puede dar la vida eterna. Cuando participamos de la Eucaristía y comemos el pan y bebemos el vino, no estamos simplemente participando en una comida ritual, sino, estamos entrando en una relación profunda con Jesús, porque somos participes de su presencia dadora de vida, donde se palma una verdadera comunión, es decir una común-unión, Cristo en mí y yo en Cristo. Cuando logramos vivenciar ese deseo de encontrarnos verdaderamente con Cristo en la Eucaristía ofreciendo todo lo que somos, traemos, nuestros deseos, experiencias, necesidades, dolores, agradecimiento el pan y el vino se convierte en el alimento indispensable y duradero que nos conforta para caminar en la fe, la fortaleza cristiana que no tiene fin. Diferente es cuando experimentamos el hambre física que saciamos por un rato y que pasadas las horas volvemos a tener esa necesidad. El pan eucarístico es el pan del camino, de la hospitalidad que nos acerca a vivir desde lo esencial de la vida cristiana para ser transmisores de fe y amor.
En hebreo, la expresión “carne y sangre” significa todo el ser, por eso no es casualidad que el texto nos repite la palabra vida y sus derivados varias veces, porque para Jesús la vida lo es todo. Cuando en nuestros ambientes estamos amenazados por la muerte que puede venir de manos de otro que no conoce el sentido y el valor del ser humano, caemos en el miedo, la desconfianza, el andar por la vida a la defensiva sintiendo que las personas somos rebajadas a “algo” que no tiene valor, donde los derechos humanos y el evangelio son ignorados. Quienes creemos y estamos dispuestos a abrir nuestro corazón a Jesús tenemos el deber de testimoniar la experiencia de anunciar que Cristo nos da su propia vida como alimento con la promesa cumplida que Él mismo afirma : “el coma de este pan vivirá eternamente”, es así que las palabras de Jesús están llenas de esperanza que ofrecen una nueva forma de vida, una que se basa en el amor y la gracia de Dios. Que sepamos responder ante la presencia viva de Jesús y que nuestras Eucaristías, sean una relación profunda y permanente que se transformen en una intimidad animada por el amor de Dios para transparentarla en los ambientes por donde transites.