“SEÑOR, SÁLVAME…”
MT 14,30a
Hna. Claudia, ap
En el Evangelio de este domingo, luego de sentir compasión por la multitud y atender a sus necesidades dándoles incluso de comer, Jesús despide a sus discípulos y a la multitud para retirarse Él solo a orar. La premura por separarse de quienes le acompañan primero y de quienes le siguen después, encuentra su explicación en Juan 6,15: Jesús, conociendo que pensaban venir para llevárselo y proclamarlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo.
Ciertamente la tentación de “te daré todo ese poder y su gloria…si te postras” (cfr Lc 4 5-7) se presenta nuevamente frente a Jesús y quienes le rodean. Hacer frente a ella es lo que impulsa al Maestro a retirarse y orar. Aquel que sigue a Jesús sabe que no sólo es llamado, también es enviado y en el camino del seguimiento se experimenta la tentación de “volver atrás” (cfr Lc.9,62); tomar distancia y orar aquello que se va vivenciando, presentar al Señor lo que se agita en nuestro interior, tener el valor de ir desenmascarando las tretas del enemigo mediante la luz que el Consolador nos va entregando en la oración y que constituyen la base del discernimiento espiritual, es el camino al que somos llamados cuando no sólo queremos volver sino también mantenernos en ese amor primero, en esa respuesta que le dimos al acoger la propia vocación.
La radicalidad de nuestra respuesta se juega en mantenernos unidos al Señor, las pruebas que experimentamos en el camino del seguimiento a veces nos hacen dudar y como Pedro decir “si eres Tú, mándame caminar sobre las aguas”; más al hacerlo y por tanto experimentar que realmente era Él y no un fantasma, Pedro dudó y con la duda entro el temor, pero aún ahí el Señor extiende su mano para sostenerlo, ayudarlo. También nosotros estemos ciertos que podemos acudir al Señor, implorar su auxilio cuando se nos presenten situaciones que nos sobrepasan y amenazan hundirnos, no dudemos en volvernos a Jesús en la oración y decirle “Señor, sálvame”.
