Pedir Perdón, la ternura de vivir al modo de Jesús…
Perdonar, el desafío de amar por sobre las diferencias…
Evangelio según san Mateo (18,21-35)
Hna. Claudia Ximena Lazcano Cárcamo
La pregunta de Pedro en el evangelio de este domingo “Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?” es una pregunta fundante que emerge de la experiencia sencilla de un hombre que conoce de los avatares de la vida; dolor, tristeza, desencuentros, malentendidos y en definitiva sabe de la vida. De esas relaciones afectadas desde la raíz de nuestro ser, y que se plasman en un corazón roto. El apóstol encarna toda nuestra humanidad; su historia, experiencias y aprendizajes. Las heridas que aún sangran o aquellas que ya son cicatrices, pero aún duelen y lo harán por mucho tiempo. Su pregunta nos remonta a esa experiencia de alma fracturada, que sufre recorriendo constantemente ese sendero que desembocó en una ofensa, traición o ruptura que sin previo aviso nos dejó ver el rostro verdadero de aquello de lo que estamos hecho, de barro agreste y cenagoso.
Jesús conoce esta nuestra realidad y nos pone de cara a ella, a través de la pedagogía del Reino de los cielos. Se pudiera creer que es una reflexión para otros, para aquellos que están más lejos de la Iglesia o que creemos menos comprometidos. Pero no, es un llamado a reconstruirnos como persona, cada uno en la situación que se encuentra; en la vida familiar, en esas rencillas que se han heredado pero que en definitiva desconocemos su origen, que hacen que se viva paralizados, mudos y prejuiciosos. Así la vida se va apagando con soledades infecundas y estériles. La invitación de Jesús es a colocarnos en el lugar de este siervo ingrato, o más bien poco compasivo. Sí, en el camino de los no tan buenos… Es apartar la mirada del camino de mi hermano o hermana para dejarme sentir como Pedro, que cree que tiene la razón porque está cerca del Maestro, porque le acompaña, le escucha en primera persona o comparte su mesa… Así nos sucede y no logramos comprender del todo que vivir al modo de Jesús no es algo superficial o de apariencia. Si no, es dejar que el corazón se moldee, que nuestra forma de pensar vaya transformándose según los valores del Reino.
Perdonar y perdonarse requiere de cierta lucidez espiritual, de esa “gracia” que Jesús expresa en el evangelio “no te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Porque perdonar, significa quedarme de pie frente a quien he dañado, dejándole ver ese dolor que confunde y aísla. Es soltar esa situación de familia, comunidad, amistad, hermana, hermano para dejar que la ternura y compasión nos abrace y permita dejar la rigidez de la razón por la lógica de la compasión. “¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?»
En tiempos donde hacemos memoria de eventos dolorosos en nuestro país, donde las nuevas generaciones conocen de oídas los sucesos, es importante permitirnos volver a comenzar, reconocer que todos hemos errado de una manera u otra, nos permite abrir la mente, el corazón y la mirada… ¿Cuáles son nuestros aprendizajes? ¿cuál es nuestra acción de gracias? Nos quedaremos abriendo una y otra vez la herida, o tendremos el valor de levantar la mirada y permitirnos ver que hay mucho más que odiosidad; que hay un pueblo que quiere caminar con su historia, con sus dolores, pero sobre todo quiere sentirse hermanado. No solo frente a las catástrofes naturales o en favor de causas humanitarias, si no que quiere sentirse perdonado para avanzar. Personas que quieren comprender que el sentido del perdón es reconocer que, en otro, existen las mismas limitaciones que en mí o en ellos. Hay un dolor que se lleva dentro, nos afecta, y tiñe la vida toda de él; las relaciones, oración, trabajo, estudio… todo tu mundo exterior e interior empiezan a girar sobre ese eje vital que aún no se resuelve. Quisiéramos que no se olvidaran los horrores vividos en nuestra historia, pero sobre todo se quisiera que estos sufrimientos nos enseñaran aprender amarnos por sobre las diferencias. Hacer memoria responsable es construir un país más unido, preocupado por el bien común y reconstruir el sentido del perdón desde esa voz interior que clama “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.»