Hna. Marilupe Mier y Terán Suárez, hmss
Estamos a la puerta del final del año litúrgico y todos aguardamos, esperamos algo o alguien… La llamada del amigo, el sueldo, el cumpleañeros, navidad, resultado de un examen, el nacimiento del bebé, la puerta que se abre a la libertad, el amanecer ¡quien no espera nada está como muerto! La espera nos da ritmo, emoción aliento de vida. Llevamos lámparas encendidas, tenemos ilusión ¡el novio llega y se espera la fiesta de bodas! ni mas ni menos.
Mi espera podrá ser larga y está el riesgo de quedarme dormida… ¡Llevaré aceite de reserva! Muchos salmos me hablan de espera, en eucaristía rezo con fervor «anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección: ¡Ven, Señor Jesús!» el Padrenuestro es claro con su «venga a nosotros tu Reino»… Esperamos pero reconozco que a menudo me canso o me quedo dormida… Mi lámpara trabajada en fe, en la Palabra, en el estudio brilla alimentada con el aceite de mi bautismo y confirmación ¡aceite sagrado!… Lo cuido y aumento porque nadie podrá darme del suyo ¡es aceite personal e intransferible! Mi actitud es de alerta, de vivir preparada, no dormirme en mis laureles para que en alegría, libertad y amor de eucaristía y merced entre con el Novio al banquete.
Eucarísticos mercedarios desconocemos el momento, el tiempo y modo de la llegada del Novio ¡no abdiquemos ante la incertidumbre y frustración y nunca tirar la toalla! Dios es el omnipresente, por lo que incertidumbre, fatiga no quiero en la casa mía. Dios nos sorprende en su hacer silencioso y humilde, nos da su sabiduría que nada tiene que ver con títulos y mucho en situarnos ante Él. «Quien busca, encuentra», pero se exige tener aceite de reserva, hacer vida la Palabra de Dios, alumbrar el camino, mirar con la mirada de Dios y discernir el presente, ¡hacer que sea posible el banquete, la fiesta eucarística! El tiempo es regalo de Dios y perdido ¡nunca podrá recuperarse! Confianza y amor, esfuerzo y sacrificio «velar, porque no sabemos ni el día ni la hora».
Con sabiduría y prudencia no esperar al último momento para colaborar con la gracia de Dios, sino hacerlo ahora y aquí y que María Madre nos ayude cuidar la lámpara de la fe y que alumbre con el aceite de la eucaristía y merced ¡llegará el Señor eso es seguro! Dios nos ha puesto en este mundo para ser felices y gozar de la vida, pero la felicidad no está riquezas, éxito, ni caprichos alcanzados, ¡se es feliz haciendo felices a los demás.! Si guardas la cobija y no la haces rendir termina arruinándose. No hay excusa para el pecado de omisión que es de nefastas consecuencias en el escuchar «note conozco».