“Vigilantes en el amor”
H. Alejandra Cortez Espinoza
Religiosa de María Inmaculada
“Estar prevenidos, porque no sabemos el momento, estar en vela sin dormirse a la espera de la llegada del dueño de casa…” Estas expresiones de Jesús nos recuerdan la parábola de las diez vírgenes; cinco de ellas previsoras y cinco no, destacándose la virtud de las jóvenes que pensaron en la posibilidad de que el novio llegara a una hora diferente de la esperada, y por lo tanto, guardaron celosamente, aceite en sus lámparas, preparándose para cumplir de la mejor forma con la misión que tenían asignada.
Sin duda, a nosotras/os, como religiosas/os, estos textos nos debieran remitir a la vigilancia propia de quien ha entregado su vida a corazón entero en servicio de una persona: Jesús, y así como la esposa del Cantar de los Cantares estar con los ojos abiertos a pesar de las diferentes oscuridades de la vida: “Yo duermo, pero mi corazón vela: oigo a mi amado que golpea.” (Cant.5,2)
¿Pero cuáles son esas vigilancias necesarias? ¿Cómo y en qué reconocer al amado que golpea a mi puerta, o al dueño de casa que viene de improviso? Tengo la sensación de que tenemos algo así como una ceguera ante las realidades donde se muestra Jesús, y esto me hace recordar aquél famoso libro de Saramago que se refiere a este tema de la ceguera de manera magistral; lamentablemente nuestros ojos, muchas veces están cerrados ante ese Jesús que camina por las calles y que viene de improviso; a veces lleno de miseria, otras, con los ropajes de los vulnerables, los migrantes, y descartados de la sociedad, o bien con la indumentaria de los que no creen o son contrarios a la fe…Da la impresión que en algunas situaciones sociales nos alineamos con los poderosos, con el status quo, con la regla y un deber ser construido a lo largo de los siglos y que probablemente no coincida con el deber ser de Jesús.
Creo que cabe preguntarnos si como religiosos/as, en este contexto social chileno, estamos o no, despiertos/as, vigilantes y atentos/as a esas llamadas de Jesús que golpea nuestras puertas clamando justicia social, inclusión, acogida, escucha, oportunidades. ¿Con quién nos alineamos? ¿Somos capaces de reconocer la presencia de Dios y el soplo del Espíritu en esta compleja realidad? ¿cómo expresamos el amor y la profecía?
Ojalá que el aceite del amor nunca se agote en nuestras lámparas, y que la presencia de nuestro estilo de vida en la sociedad, sea en verdad luz que ilumine proféticamente, luz que irradie la fuerza del Evangelio despertando los ojos adormecidos a la belleza del bien, de manera que por más difíciles que sean los caminos a transitar, siempre sepamos estar alertas a las venidas de Jesús en los rostros de nuestros hermanos y hermanas más desprotegidos, que simplemente esperan de nosotros/as unos ojos abiertos y vigilantes, “No sea que Jesús llegue de improviso y nos encuentre dormidos/as”.