martes , 2 julio 2024
el viento

Comentario Evangelio 03 de Marzo

Los Vendedores y cambistas Que Nos Habitan

Evangelio según san Juan 2,13-25

Hna. Claudia Lazcano

En el evangelio de este tercer domingo de cuaresma, el evangelista Juan nos deja ver una imagen de Jesús que quiere acompañarnos en este tiempo de reflexión, purificación y conversión. Nos invita a revisar el caminar de fe que llevamos. La purificación del templo nos muestra a un Dios que espera que seamos consecuentes con nuestras acciones y el modo de vida que cada uno dice tener. Es reflejar verdaderamente aquello en lo cual creemos.

Jesús mismo viene cada día a nuestras vidas en la eucaristía y oración. Encontrándose con un mercadillo interior del cual no sé habla, pero que ha ido intensificando su ruido, hasta excederse; quitando energía o atención hacia lo verdadero y fundante… “Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados”. Estos personajes con los tiempos van cambiando sus rostros, su forma de vestir, el discurso seductor para lograr que su producto sea comprado e incluso a que sea considerado como algo transcendental para la vida de cada época. Por ello, Jesús con firmeza nos busca sacar de ese sopor invalidante, lleno de indolencia que limita la vida personal y de la comunidad. Frente al enojo de Jesús emerge la pregunta de los judíos nuevamente ¿Qué signos nos muestras para obrar así?” He aquí que la pregunta también puede mudarse, como los personajes, en su apariencia, pero no en su esencia. Hoy se puede oír en el interior del corazón “¿Qué entorpece nuestro camino para ser más íntimos y cercanos a Jesús en nuestra vida diaria?” De cara a la interpelación podemos sincerarnos con toda honestidad. Es Dios mismo que está aquí contigo; está esperando tus palabras. Esas que con hondura describen como te encuentras realmente. Están en ese espacio sagrado destinado para el encuentro con Él. Son palabras presentes y a la vez diluidas porque junto a ellas, nos habitan también las voces de tantos mercaderes y cambistas que nos van envolviendo con tantos mensajes vacíos, que nos cuestan esfuerzos agotadores por parecer que siempre se está bien. Tantos ruidos y silencios artificiales de los cuales debemos purificarnos para ser más fecundos. En ocasiones la vida espiritual se estanca o entra en un adormecimiento. Siendo compensada por algunos vicios o despreocupación por la vida propia, la del hermano, o hermana; esto se puede ver en la falta de cuidado por el cuerpo; reflejado en conductas como disminución drástica o exceso de alimentación, exceso de alcohol, drogas, tabaco… todo justificado en lo privado y maquillado en lo público. El desafío es creerle a Jesús. Es Él quien sana nuestras heridas, nos libera de las ataduras y por sobre todo nos ama. Cuaresma es ese tiempo misericordioso y lleno de ternura que nos permite con delicadeza revisar nuestros errores. Aún no estamos convencidos de este misterio de Redención. La frágil memoria no nos deja recordar que en Jesús la vida siempre puede avanzar y transformarse. La vida de fe necesita también deshacerse de esos cambistas que nos atiborran de mensajes o conversaciones que nos empobrecen personalmente y en nuestras relaciones. Este efecto, se puede traducir en el evadirse en los sitios de internet, Tic toc, video juegos o en la televisión. A ello se suma la dependencia intrínseca a todo lo que es tecnología; reemplazando los rostros de las personas por las pantallas luminosas de los teléfonos celulares. Todo lo anterior no resuelve el mundo real, solo profundiza en la indiferencia, la deshumanización de las personas y en la falsa apariencia de ser alguien que sabe de todo, que esta al día en todos los temas, sin embargo, está vacía.

En medio de las aparentes seguridades la voz de Jesús se oye con una fuerza avasalladora “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”.  Cristo, tiene urgencia, quiere que pasemos a ser responsables de nuestras acciones, con madurez. Entonces, he aquí la oportunidad que cada uno tiene para desarrollar nuevas habilidades para una mejor comprensión de la fe, practicar la coherencia y la humildad en este camino de la Pascua. Es el momento de encarnar el evangelio, es el soplo de gracia y tiempo propicio para revisarnos como cristianos o cristianas, vivir la fe de forma genuina y de manera transversal como nos dice Juan “Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía”

La eucaristía es el mejor signo para lograr la lucidez que nos permite discernir que es fundamental en nuestra vida y cuales son voces de falsos mercaderes que nos apartan del amor y presencia de Dios. No existe en nosotros el espacio de Dios y el espacio privado, donde convenientemente Él queda fuera. Oremos para ser siempre coherentes, manteniendo la mirada en Aquel que tanto nos ama y cada día nos recuerda que Él conoce nuestro templo interior.  “Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre”.

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