Necesitamos de otros
Hermano Ramón Gutiérrez Pavez
Asuncionista
De verdad nos cuesta aceptar que para vivir necesitamos de otros. No estaríamos caminando por este mundo si no hubiesen existido esos “otros” que nos dieron la vida: papá y mamá.
Continuamos este domingo con la lectura anunciada hace una semana, en el evangelio según san Juan. Por eso, si tenemos distracciones o no recordamos el texto anterior nos puede desconcertar la Palabra certera que se nos regala: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”. Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?”
Ese es el gran misterio, ¿qué pasará después? Lo podemos anticipar, sospechar, delinear en el seguimiento de Jesús. Hay que decidir con valentía: caminamos solos o caminamos juntos. La naturaleza humana nos ayuda en la elección, sabemos que es mejor y más seguro caminar por la vida, en la tierra, con otras personas.
¿Necesitamos a las otras personas? ¡Sí! En solitario no llegamos muy lejos, el hombre y la mujer necesitan de otros y otras.
El Señor nos ha llamado a la vida consagrada, en diversas congregaciones en diversos grupos. Somos una multitud, quizá por los tiempos que corren la sociedad no ve los frentes en que nos presentamos.
Necesitamos de otros y otros nos necesitan por eso hacemos visible el amor de Cristo en el mundo de hoy. No solamente en las clásicas tareas de la educación, las misiones y la salud. Que han sido nuestros estandartes de servicio. La vida religiosa femenina y masculina, en estas presencias ha forjado generaciones de mujeres y hombres que han servido a sus países, que han sobresalido construyendo un mundo mejor.
La sociedad, el mundo, felizmente va cambiando. La novedad de hoy se parece mucho a la antigua, porque las personas nos parecemos y nos asemejamos a los que vivieron en siglos pasados.
“Nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Convengamos que esto es lo mejor que nos puede pasar: tenemos un Padre. Y ese Padre nos concede todo comenzando por su Hijo Jesús.
A Jesús lo encontramos ahora en otros parajes del mundo, y la sociedad sigue sufriendo en los hospitales, sigue creciendo en los centros de educación, sigue ávido de la Palabra de Dios esperando que se la expliquen, que se la muestren.
Hoy, en esta sociedad, Jesús nos espera en otros lugares y nos regala la inteligencia para ir allí donde están las personas que buscan a Dios, que buscan el bien, que aman de verdad. En los que aman está Dios siempre.
Ayer, o sea antaño, se evangelizó a los pueblos corriendo muchos riesgos. Los misioneros y las misioneras arriesgaban sus vidas y ahí tenemos un gran ejemplo de mártires de nuestra fe.
Hay muchos países que no conocen a Cristo (¡Vaya, esto me salió como propaganda para el día de las misiones!). Lo que quiero decir y enseguida me ordeno es que en nuestro propio país tenemos “otro país que no conoce a Cristo”. Aquí mismo, al lado, al alcance de la mano, tenemos un mundo de personas que nada saben del Evangelio, aunque algunos tengan hijos e hijas en colegios católicos. Incluso, algunos pagan el uno por ciento, porque la persona que lo cobra es muy molestosa, nada más que por eso…
El Padre quiere llegar a todos con nuestro concurso, con nuestra disponibilidad, con nuestra entrega. Con la misma pasión con que evangelizaron san Francisco Solano y otros hombres y mujeres sobresalientes.
Los pioneros en nuestro continente fueron Jesuitas, Franciscanos, Agustinos, Jerónimos, Mercedarios (los primeros en llegar a Chile).
En el siglo 19 se produce una llegada muy enriquecedora de congregaciones femeninas y masculinas (algunas religiosas llegaron mucho antes, pisando los talones a las órdenes de hombres)
Fueron valientes y desafiaron todo, comenzando en Chile con su enfrentamiento a la naturaleza movediza, los terremotos, los temblores. La mala cara que le colocaban a los misioneros algunos españoles y también los antiguos habitantes de estas tierras. Los españoles porque los misioneros trataban como personas a todo ser humano y los habitantes del lugar porque no tenían idea de lo que pretendían esos hombres y mujeres con vestimentas extrañas (hábitos).
Nada los frenó y los resultados están a la vista.
Hoy ya no es lo mismo, pero el desconocimiento del Evangelio es casi igual a los que enfrentaron la primera evangelización.
¿Está Dios en los centros comerciales? No me gusta escribirlo, pero me refiero a los llamados “mall”.
¿Será Dios que convoca tanta gente en los estadios techados? Entradas carísimas, artistas de fama, de renombre y con mucho dinero.
¿Hoy está Dios en los lugares de comidas?
Me interrogo porque, en mi ignorancia yo creo que por ahí hay algo que llena el espíritu… Es lo que anhelamos las personas, todas las personas.
Aceptemos la llamada del Padre, para llevar su amor y su presencia a muchos lugares sin Dios que están aquí, en nuestras ciudades.
REFLEXIÓN EVANGELIO SAN JUAN 6,60-69
DOMINGO 25 DE AGOSTO 2024
Hna. Teresa Figueroa Martínez,
Carmelitas Misioneras
Las palabras de Jesús provocan en los seguidores, resistencia y rechazo, recordemos que antes había hecho el discurso del Pan, de su entrega y de que Él es camino Verdad y Vida, sólo a través de Él se llega al Padre. Frente a esto muchos discípulos le dejan, le abandonan. Y ahí llega la pregunta de Jesús ¿también ustedes piensan marcharse? Pedro responde ¿Señor a quién iremos?, sólo Tú tienes palabras de Vida Eterna. Nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios.
Para seguir a Jesús supone la Fe. Creer en Él. En su mensaje. Es aceptar y recorrer el camino que Él hizo, con plena conciencia de ser enviado del Padre. Es tener un inagotable deseo de ser como Él. Es asumir su proyecto de vida, que libera, sana y salva. Su proyecto de Amor que dignifica, restaura y hace que entreguemos ese amor a los demás.
Creer en Jesús es hacer de Él nuestro centro, el pan que nos sacia, la palabra que nos alimenta y su presencia que nos reconforta, es adherirse a Él en una relación de fe y amor. Supone la fidelidad a su Persona, en libertad.
El Señor no hace la siguiente pregunta: ¿también tú te quieres ir? Podemos responder como el pueblo de Israel: “Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otro dioses. Porque el Señor nuestro Dios nos hizo salir de la esclavitud y realizó ante nosotros grandes prodigios. Él nos protegió en todo camino que recorrimos, por eso le serviremos porue Él es nuestro Dios.”
Para nuestra reflexión
1.- ¿Qué supone para ti seguir a Jesús?
2.- ¿Has tenido momentos en tu vida donde ha querido dejarlo, por qué? ¿Qué hechos lo desencadenaron?
3.- ¿Cuáles son las exigencias que Jesús te pide en estos momentos de tu vida?
4.- Te invito a renovar tu amor por Él.