Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. (Is35)
Nos encontramos en tiempo de jubileo, nos desafía la novedad, el gozo y la renovación de la vida de la Iglesia.
El sínodo de la sinodalidad ha llegado como aire nuevo de esperanza para una iglesia que poco a poco se había empezado a encorvar sobre sí misma, juntando como dice la carta de Santiago “la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo.”
El jubileo de la Vida Religiosa, viene a recordarnos que la razón de nuestra consagración es el volcamiento total hacia la persona y la creación para custodiar su corazón, y sacralidad, y su Palabra nos sostiene, como siempre, El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. (Salmo145)
En este contexto el año de la oración se transforma, en el eje que atraviesa todas las celebraciones y nos vuelve al centro de la vida cristiana, a ese “lugar íntimo” donde habita toda la realidad y se sostiene toda acción.
La Palabra de este domingo es propicia para reconocer lo esencial de todo jubileo, es el año de gracia, el tiempo para descansar y dejar descansar, pero sobre todo es el año para disfrutar de la presencia de Dios en medio de su pueblo, renovando la sacralidad y dignidad del ser humano para hacer justicia.
- Su Presencia: Sean fuertes, su Dios trae el desquite, viene en persona, para resarcir y salvar.
- Su Sobreabundancia: Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa, el páramo será un estanque, lo reseco un manantial.
- Su juicio: La elección de los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe, herederos del reino de su amor. (St 1-5)
- Su accionar:
¡Effetá! Ábrete.
¡Todo lo ha hecho bien! Asombro y transformación
¡Viene en persona! Le metió los dedos en los oídos y con saliva le tocó la lengua
Para la reflexión:
¿Cómo estoy viviendo este tiempo de gracia de la Vida religiosa? ¿A qué me compromete?