lunes , 30 diciembre 2024

Comentario Evangelio 26 de Marzo

Hna Ma. Salomé Labra M, ssps

Evangelio Según San Juan 9, 1-42

El texto de este domingo es precioso en contenidos y posibilidades de profundización. Percibo, que me y nos invita a entrar en mayor interioridad en nuestros criterios de discernimiento de la presencia de Dios en nuestra historia. Un ciego de nacimiento llevado por Jesús a un proceso de sanación desde una creciente auto-responsabilidad que lo lleva a mirar la vida desde otras posibilidades hasta llegar expresar su fe, nos coloca algunas situaciones sobre las cuales podemos profundizar en este tiempo de cuaresma. Quisiera compartir con ustedes simplemente algunas pistas de profundización que me sugiere el texto: Dejando resonar la historia de este ciego de nacimiento y las reacciones de su entorno en el hoy de nuestra vida, percibo la sutil tentación que acompaña a algunos cristianos: una actitud que esconde el “creernos determinados por los acontecimientos históricos” de tal modo que no podemos salir de lo que creemos ser, ni queremos salir o dejar salir a otros de los prejuicios e imágenes que nos hacemos de ellos, como acontece con el “ciego de nacimiento”, actitud que favorece el victimismo, la pasividad, el pesimismo y la posibilidad de ser manipulados, de excluir y de esclavizar a otros/as. Jesús afirma que la experiencia del ciego permitirá “que se manifieste en él las obras de Dios”. Como Consagrad@s reconocemos ¿Cuándo en nuestro modo de pensar, de expresarnos, de actuar frente a la realidad personal, comunitaria y/o social nos dejamos llevar por esta creencia del “determinismo”? Y podemos ver ¿Qué lugar ocupa la Buena Nueva de Jesús ante esta creencia?

El texto nos muestra que el ciego tiene una experiencia concreta que le permite testimoniar lo que aconteció en él “ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a la Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lave y empecé a ver”. No justifica su testimonio en razonamientos de fe que le ofrecen otros, ni como lo hacen los fariseos que creen poseer la verdad “Ese hombre no viene de Dios porque no guarda el sábado…” “ese hombre es un pecador…” Este tiempo de cuaresma, es un valioso momento para ahondar en nuestra experiencia de fe, nos podemos preguntar ¿dónde nos ubicamos nosotr@s con nuestra experiencia de fe? Nos convertimos en profesionales que educan, predican sobre lo que es la fe habiendo perdido el sabor y el ardor que provoca la experiencia de encuentro con Jesús? O ¿Somos peregrin@s atent@s, vigilantes escrutando las huellas por donde Dios se hace regalo, salud, liberación, vida para nuestr@s herman@s y para nosotr@s? Y como dice el Papa Francisco en su mensaje de cuaresma “el otro tiene un rostro, es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano”. El otr@ puede revelarnos aspectos de la vida que no vemos, que no valoramos o que nos incomodan. Crecer en nuestra experiencia de encuentro con Dios conlleva el seguir cultivando nuestra capacidad de reconocer en el otro un don para nosotr@s y establecer nuestras relaciones desde esta realidad. ¿Qué sensibilidad y experiencias nuevas pueden nacer de esta nueva mirada hacia quienes nos rodean?

El relato nos coloca ante: Él ciego que es posibilitado de ver e ir reconociendo a Jesús, pues aunque ve y da testimonio de lo que aconteció con él, no conoce a Jesús; solo cuando Jesús le sale al encuentro -una vez que ha quedado solo y ha sido expulsado de la sinagoga-, puede hacer su profesión de fe “creo, Señor” y los fariseos quienes siendo expertos en la religión no ven , no reconocen el actuar de Dios en el ciego, no acogen la Luz del Mundo. Esta situación paradojal permite concluir el relato con una advertencia “Yo he venido para que los que no ven, vean y los que ven, queden ciegos”. Una invitación a ser humildes y dejarnos interpelar reconociendo posibles cegueras que hoy nos acompañan en nuestro modo de testimoniar el Evangelio. ¿Cuáles son mis cegueras? ¿Los otros son para mi posibilidad de reconocer mis puntos ciegos?

Finalmente, quisiera compartirles que este texto, también despierta en mí una reflexión en torno a la necesidad que tengo y tenemos de crecer en nuestra vida espiritual. Los grandes maestros espirituales supieron adentrarse y convivir con los momentos de oscuridad, permanecieron en ellos y fue allí donde se gestaron como hombres y mujeres del Espíritu. En un mundo de tantas luces que paradójicamente nos enceguecen, de tantos desafíos y cuestionamientos, de disminución y cansancios… tomar tiempo para el silencio, el recogimiento, para reconocer nuestra ceguera, permitir que Jesús ponga su barro sobre nuestros ojos y nos envíe a lavarnos e iniciar el proceso de conversión personal y comunitaria, es un tiempo de gracia para cada un@ y para toda la humanidad. Pidamos que “el Espíritu Santo nos guíe a realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados”.

El mundo de hoy necesita de testigos que atentos a la vida y sensibles a las dificultades y sufrimientos de la gente, de hombres y mujeres capaces de escuchar, salir al encuentro y acompañar con respeto a los que buscan –a veces a tientas- como nosotr@s, modos de vivir más humanos, inclusivos y creyentes. ¿Dónde estoy yo? ¿Qué significa que Jesús sea luz del mundo para mí? Que su Espíritu nos encuentre dóciles para ir allí donde la vida clama, alegrarnos y dar gracias por cuanta vida brota en nuestros entornos.

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