“Mujer, ¡qué grande es tu fe!”
Hno. Clenic Muñoz, Ofm.Cap.
Evangelio según San Mateo 15,21-28
Si hay algo que me impacta de Dios es su misericordia: como ofrece su amor a todos los hombres. Sin hacer distinciones, sin mirar nuestro origen, ni nuestros pecados. El evangelio de este domingo nos manifiesta esto precisamente: como el don de Dios es para todos, como se ofrece a todos.
La mujer cananea se nos presenta como un modelo en su búsqueda de Jesús. Lo busca desde su realidad, desde su angustia y dolor, por ver sufrir a su hija. Lo busca porque desea experimentar la salvación que Dios da. Se presenta a él, con lo que tiene colocándolo en las manos de Dios de manera confiada.
A pesar del lenguaje duro, casi insensible y despectivo que utiliza Jesús, la mujer no decae en su búsqueda. Y eso, no queda oculto al Señor. Jesús nos muestra que no hace distinciones; lo que busca Jesús, es ayudarle a realizar un camino de fe. Que lo busque no por los milagros que pueda realizar, sino por quien es. Pero ¿qué le sucedió durante su encuentro con Jesús? Un milagro mucho más grande que el de la curación de la hija. Aquella mujer se convirtió en una «creyente».
La mujer cananea nos lleva a descubrir que el don de Dios es para todos, sin distinciones; acogerlo significa abrirnos a la dinámica de vivir amando como lo hace el mismo Señor. Nos revela que la salvación es para todos los que quieran aceptar la Buena Noticia en sus vidas.
¡Cuánto nos enseña esta sencilla historia evangélica! Una de las causas más profundas de sufrimiento para un creyente son las oraciones no escuchadas. Hemos rezado por algo durante semanas, meses y quizá años. Pero nada. Dios parecía sordo. La mujer Cananea se presenta siempre como maestra de perseverancia y oración. Y nos desvela una verdad, Dios no deja de escuchar la voz de sus hijos-hijas que lo buscan con insistencia.
Comentando este relato bíblico, Raniero Cantalamessa dice sobre el actuar de Jesús: “Retrasando su escucha, Dios hace que nuestro deseo crezca, que el objeto de nuestra oración se leve; que de lo material pasemos a lo espiritual, de lo temporal a lo eterno, de lo pequeño a lo grande. De este modo, puede darnos mucho más de lo que le habíamos pedido en un primer momento”.
Alcanzar el don de Dios, implica constancia-perseverancia, como la mujer cananea, cultivar una vida-actitud de oración, estar atento a la voz de Jesús; y sobre todo abrir el corazón: confiar totalmente en Dios. Abrir el corazón a la misericordia de Dios.
Danos la actitud de la mujer cananea, para que como de ella, puedas decir de nosotros, ¡que grande es tu fe!
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