Una invitación a sacerdotes, diáconos, religiosas, consagrados y seminaristas a «salir del círculo de la desolación que envenena el alma» hizo el Papa Francisco el pasado martes en la Catedral de Santiago.
Fuente: CECh/Conferre
Con expectación y alegría fue recibido en la Catedral de Santiago el papa Francisco, tras celebrar la eucaris´tia en el Parque O’Higgins, encontrarse con la mujeres privadas de libertad, y realizar un breve recorrido en el papamóvil por algunas calles del centro de Santiago.
Allí avanzó por las calles Morandé y Compañía, hasta llegar a la Plaza de Armas donde fue recibido por una multitud de personas que le manifestaron su cariño.
Al ingresar en la Catedral para el encuentro con sacerdotes, religiosos/as, consagrados/as y seminaristas, el Pontífice fue recibido con un aplauso y demoró varios minutos en llegar hasta el altar, debido a la alegría y devoción con que fue saludado paso a paso en el recorrido.
En su reflexión a partir del evangelio según San Juan 21, 1-19, el Pontífice destacó la importancia que tiene vivir de manera verdadera la vocación de servir a los demás.
Junto con ello, realizó una firme defensa de la necesidad de que todos los que han sentido la vocación, refuercen su llamado original, usando incluso una oración del Cardenal Raúl Silva Henríquez para que recuerden cuál es la iglesia en la que deben perseverar.
En este sentido, recalcó la importancia del acompañamiento vocacional, como tarea de los consagrados y vida de la comunidad. “No existe la selfie vocacional. La vocación exige que la foto te la saque otro, ¡qué le vamos a hacer!”, enfatizó.
Usando como imagen la relación entre Pedro y la primera comunidad de la Iglesia, destacó tres momentos en que ésta se vio abatida, misericordiada y finalmente, transfigurada.
DOLORES Y RENOVACIÓN
Sin dejar de lado temas complejos, destacó que se vive un “Momento de turbulencias. Conozco el dolor que han significado los casos de abusos ocurridos a menores de edad y sigo con atención cuanto hacen para superar ese grave y doloroso mal. Dolor por el daño y sufrimiento de las víctimas y sus familias, que han visto traicionada la confianza que habían puesto en los ministros de la Iglesia. Dolor por el sufrimiento de las comunidades eclesiales, y dolor también por ustedes, hermanos, que además del desgaste por la entrega han vivido el daño que provoca la sospecha y el cuestionamiento, que en algunos o muchos pudo haber introducido la duda, el miedo y la desconfianza. Sé que a veces han sufrido insultos en el metro o caminando por la calle; que ir «vestido de cura» en muchos lados se está «pagando caro». Por eso los invito a que pidamos a Dios nos dé la lucidez de llamar a la realidad por su nombre, la valentía de pedir perdón y la capacidad de aprender a escuchar lo que Él nos está diciendo”.
Destacó además que nuestro país ha cambiado desde la época en la que él estudió en Chile. Señaló que “están naciendo nuevas y diversas formas culturales que no se ajustan a los márgenes conocidos. Y tenemos que reconocer que, muchas veces, no sabemos cómo insertarnos en estas nuevas circunstancias”.
Señaló al respecto que “podemos caer en la tentación de recluirnos y aislarnos para defender nuestros planteos que terminan siendo no más que buenos monólogos. Podemos tener la tentación de pensar que todo está mal, y en lugar de profesar una «buena nueva», lo único que profesamos es apatía y desilusión. Así cerramos los ojos ante los desafíos pastorales creyendo que el Espíritu no tendría nada que decir. Así nos olvidamos que el Evangelio es un camino de conversión, pero no sólo de «los otros», sino también de nosotros”.
Finalmente, indicó que “nos guste o no, estamos invitados a enfrentar la realidad así como se nos presenta”. Por ello les llamó a renovar la vocación y para eso utilizar la oración del Cardenal Silva Henríquez, inspirada en el poema del P. Esteban Gumucio: “La Iglesia que yo amo es la Santa Iglesia de todos los días… la tuya, la mía, la Santa Iglesia de todos los días…”.
REACCIONES
Tras el encuentro con el Papa, la vida consagrada quedó desafiada a continuar construyendo el reino de Dios y a volver la mirada hacia la comunidad, haciéndose cargo de sus llagas y reconociendo a Jesús como fuente de salvación.
Así lo cree el P. Rodrigo Romero, Provincial de los Hermanos Menores Capuchinos, «A mi me parece muy interesante que nos hable de una iglesia que está herida, especialmente por toda la realidad que estamos viviendo porque eso nos hace aterrizar y darnos cuenta de que no somos un estamento superior, sino que estamos al servicio precisamente de la gente, y somos seres humanos que también somos objeto de la misericordia y también tenemos que dar y mostrar un rostro de misericordia. Yo me quedo pensando mucho en eso y en las heridas, en las yagas encontrar en ellas el consuelo de Dios y la fuente de la vida, por sus heridas nosotros fuimos salvados, entonces nuestras heridas, de nuestra iglesia son fuente de salvación para un nuevo comienzo».
Por su parte, para la Hermana Loreto de las Carmelitas de San Rafael, el mensaje de Francisco entregó «mucha esperanza y alegría, junto con unidad. Vuelvo a la comunidad con mucha esperanza y con deseo de que sea una comunidad abierta a todas. Me desafía porque también debo evangelizar en mi comunidad aunque sea monja de clausura, mi comunidad me lo pide y luego esta con oración lo hará al resto. Eso es lo que me invita el Papa hoy».
Del mismo modo, las Hermanas Clarisas Franciscanas dijeron estar muy «contentas con la visita del Santo Padre y renovamos nuestra oración por él y por el pueblo también. Su mensaje es para acoger, meditar y poner en acción».
En el caso de la Hermana Adela Reyes de las Hermanas del Buen Pastor y Primera Vice-Presidenta de Conferre, la clave del mensaje de Francisco se centró en la claves para vivir la comunidad. «Me encantó cómo enfocó el texto del evangelio, de las tres comunidades que son la conjugación que tenemos que hacer en nuestra vida diaria, la comunidad de la desolación, la misericordiada, que tenemos que escucharnos, tenernos paciencia y la comunidad de la transfiguración, el cómo tenemos que vivir día a día esa conversión. Me encantó lo humano, lo sentí muy cercano y como consagrado, él sabe muy bien la dinámica que se da en la vida religiosa, en las comunidades. Por nuestras limitaciones humanas, cada uno vive un proceso distinto de vida consagrada y frente a eso, siento que es un desafío hermoso y no lo veo imposible, porque tenemos que orar y ponernos a la escucha», indicó.
Finalmente, respecto de las tareas que le presenta a la Vida Religiosa el P. Héctor Campos, OFMCap, Presidente de Conferre, señaló que «dentro de muchas cosas, nos deja dos elementos: Uno, toda esta situación que nos aqueja como país, como vida consagrada, como clero, respecto a los abusos que debemos asumirlo con mucho dolor y que tenemos que buscar caminos para superar este aspecto. Y el segundo, que me gustó mucho es el dejarnos misericordiar por Dios; o sea, somos humanos, somos pecadores, pero Dios es nuestro Padre y tiene misericordia de nosotros y esta misericordia tenemos que compartirla con los demás, en las comunidades y con los laicos».
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