Hno. Luis Gmo. Barrios, ssp
Sociedad de San Pablo (Paulinos)
¡Miedo! ¡Miedo! ¡Miedo!
Es lo que experimentan los Apóstoles luego de la crucifixión y muerte de Jesús. Obviamente, estaban marcados y serían perseguidos y ejecutados. Estaban escondidos, autoencarcelados. Estaban aterrados.
¿A qué le tenían miedo? Sencillamente, a morir. Aquí no hay temor a perder bienes, a ser demandados o a sufrir una larga enfermedad. ¡Es miedo a morir! A perder la vida. A dejar este mundo.
Jesús ingresa al lugar, los saluda dándoles la paz y les muestra sus llagas, como queriendo decir: ¡Soy yo, muchachos!… Y llega la alegría, la conformidad de ver nuevamente a un ser querido. Llega la calma. Llega la paz.
Los seres humanos tenemos un miedo natural a la muerte. Nadie quiere morir. Y siempre que alguien fallece, nos impacta, nos deja sin palabras y con un montón de preguntas. La muerte nos dice que todo terminó. Para los que no tienen fe, lo único que les espera es el cementerio.
Popularmente se dice que todo tiene solución en la vida, menos la muerte; pero, para los que tienen fe, la muerte tiene la mejor solución: la resurrección, porque creemos que Jesús murió y resucitó, y lo mismo nos sucederá a nosotros.
Como creyentes, debemos tener la actitud de san Francisco y no temerle, sino tratarla como a la “hermana muerte”.
Cuando una persona fallece, luego de publicar su nombre, se le escribe “q. e. p. d.” (que en paz descanse). Es que para muchas personas que han sufrido una larga y dolorosa enfermedad, la muerte viene a ser una hermana querida que los libera del dolor. Con toda razón, los familiares y las personas cercanas dicen: “Ya está descansando, gracias a Dios”. Esa debe ser la actitud de los creyentes.
En esta ocasión, Jesús sopla sobre los Apóstoles y les da el Espíritu Santo y una misión: Como el Padre me envió, yo los envío a ustedes. Eso es lo que nos corresponde como creyentes: divulgar esta buena nueva: Jesús ha resucitado. Vive nuevamente. Venció a la muerte y lo mismo nos sucederá a nosotros.
Ante el miedo, ante las dificultades, ante los sufrimientos, en esta lectura Jesús nos viene a decir: ¡No teman! ¡No teman! ¡No teman! La paz sea con ustedes.
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