“¿Dónde y cómo está tu corazón?”
Reflexión del Evangelio según san Marcos (Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23)
Hna. Rossina Jopia Muñoz.
Misionera Dominica del Rosario.
En este primer domingo, en el cual damos inicio al mes de la patria, también oramos por la paz para nuestros pueblos, preparando nuestros corazones desde un espíritu de celebración, de memoria agradecida, y de los anhelos de reconciliación, con estas razones acogemos el Evangelio para este día.
No podemos dejar de hacer referencia al mes de la solidaridad, animados desde la persona de San Alberto Hurtado, que nos recuerda y hace presente su testimonio de un corazón que constantemente estaba abierto y disponible, para salir al encuentro de aquellas y aquellos vulnerados tirados en el camino, como el herido que encuentra el buen samaritano, que no se detuvo a pensar en la pureza o de contaminacer con la persona herida en el camino… Esta Buena Nueva, nos lleva mirar y hacer consciente de las actitudes que movilizan a nuestro corazón, si en su esencia es el amor, que se preocupa y ocupa con hechos concretos del cuidado y atención de quienes el Señor de la Vida va poniendo en nuestra cotidianidad.
Es un constante dejarnos conducir por un proceder que brota de una conciencia coherente, que busca la compasión y justicia. Es Jesús, que nos invita y exhorta a estar despiertos y vigilantes de lo que llevamos en nuestros corazones, pues de él podemos sacar lo mejor que tenemos o sacar todo aquello que nos daña y afecta a los demás, alejándonos o poniendo barreras a Dios y a su Proyecto.
En nuestras realidades personales, comunitarias, institucionales, tenemos la tarea de ocuparnos y de esforzarnos, para desprendernos de aquellos ritos, tradiciones, rutinas, actitudes, pensamientos y estructuras mentales y estructurales, que surgen de nuestra interioridad, que no tienen contenido ni sentido en nuestra vivencia de la fe, que bloquean el poder testimoniar a Jesús de Nazaret. Nos puede aportar el preguntarnos: ¿Qué nos hace impuros o puros en este momento de nuestras vidas? ¿Ama nuestro corazón realmente, o lo dejamos que se contamine con aquellas acciones que bloquean nuestra entrega, compromiso con las y los vulnerables de nuestra humanidad?
Teniendo presente que un corazón impuro nunca está satisfecho, desea conseguir siempre más y más, a diferencia de un corazón puro, el cual es receptivo, fiel, digno, confiado, valiente, firme e integro… Y hoy Jesús nos recuerda la grandeza y significancia de la pureza, transparencia, coherencia del corazón, plasmándola en una bienaventuranza: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8).
Que el Espíritu del Resucitado, nos acompañe a caminar en esta senda de transformación profunda del corazón, y así continuar enraizando nuestra vida en fidelidad al Señor.
Bendiciones y fecundo mes de la Patria y la paz.