Primer Domingo de Adviento
Hna. Sara Romero, MSsR
Evangelio de San Lucas 21, 25-28.34-36
La iglesia cierra un ciclo y da inicio a un nuevo tiempo litúrgico; el tiempo de Adviento que nos pone en sintonía con todo lo que nos lleva a renovar y vivir en una actitud de Espera y Esperanza, para movemos interiormente al encuentro con Jesucristo que se hace Niño.
Leyendo a simple vista este evangelio, nos damos cuenta de acontecimientos terroríficos, que nos llenan de miedo y nos muestran a la vez lo limitado que somos personalmente. Sin embargo, mirando más en profundidad se nos invita a hacer un alto en nuestro caminar para contemplar y dar significado profundo y desde la fe a los acontecimiento externo e internos que vivenciamos durante este año: el mundo, la creación, la humanidad, están cargados de la presencia y acción del Hijo de Dios, que nos ofrece continuamente su salvación, que nos levanta y nos devuelve nuestra dignidad de hijos, renovando la Esperanza, que nos lleva hacia el futuro con la certeza que va a nuestro lado. Entonces puedo preguntarme, ¿dónde se hizo presente el Hijo de Dios?, ¿cómo experimenté su acción liberadora en los acontecimientos sociales, eclesiales y comunitarios?
El evangelista Lucas no se queda en lo externo, nos lleva a mirar también nuestra interioridad, nuestro corazón, nuestro actuar personal y a hacernos consciente de aquellos que nos deshumanizan y nos hacen perder la dignidad de hijo e impiden “estar en pie delante del Hijo del Hombre”, ¿qué acciones y decisiones deshumanizaron mi vida?, ¿cuáles son mis esperas personales?, ¿Cuáles son mis esperanzas? El dialogo personal con Jesús, la vigilancia sobre nosotros mismos, nos ayuden a vivir más coherentemente nuestra opción de vida, nuestro seguimiento.
Que este tiempo nuevo que nos impulsa a la Espera y Esperanza, sea un camino de inicio y preparación para acoger y aceptar nuevamente la Salvación que Dios nos ofrece, fruto de su amor incondicional.
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