La alegre espera del Señor que viene
Hno. Héctor Campos, OFMCap.
Evangelio según San Marcos 13,33-37
Las vigilias en nuestra vida consagrada nos llevan a un sabor de Reino y fraternidad, que hoy siguen siendo alimento para nuestra búsqueda y entrega a Jesucristo. Quién de nosotros no vivió una Vigilia de Pentecostés, la vigilia en la fiesta previa de nuestro fundador o fundadora. Pero antes en la familia, quien de nosotros no vigiló en la espera del regreso a casa del papá o la mamá, del hermano o hermana o quien no hizo vigilia en el acompañamiento de un enfermo. Hoy cuando miramos el camino recorrido de nuestra vida religiosa, sin duda que las vigilias han sido muy importantes en el camino de fidelidad. Y otros hermanos que vivieron las vigilias en los maitines o momentos de la liturgia con el fin de estar muy atento a la presencia de Dios en nuestras vidas.
Vigilar ha sido la clave en nuestra vida cristiana y hoy más nunca se convierte en una exigencia para lograr un retorno a Cristo y a la realidad plena de su Reino. Hoy los acontecimientos y nuevas realidades, el cansancio y la exigencia de nuestras obras, apostolados y servicios, nos pueden llevar al relajo y a una espiritualidad donde ésta es siempre la que pierde… Digo esto pues quizás le aumentamos más horas al trabajo, pero le quitamos a la vida de oración personal o comunitaria.
El tiempo de Adviento nos pone en alerta pues no sabemos cuando el Señor vendrá y por eso, es conveniente, estar siempre preparados. Para construir, para lograr el fundamento de nuestra vida cristiana hemos tenido que pasar por muchas vigilias, por muchos momentos de perdón, de eucaristía… Pero para destruir, muchas veces, basta solo un segundo.
Nuestro mundo ha cambiado mucho, nuestra espiritualidad necesita hoy, ser creativa, necesitamos ayudarnos en la vigilancia y en el caminar juntos, pues ahí estará hoy nuestra vigilancia de la presencia del Señor. Quizás oramos menos en comunidad, pero será esto tan importante, como el saber cómo está mi hermano – mi hermana, será muy importante visitar en la enfermedad, en los tiempos gratuitos para compartir con el otro nuestro proceso y poder celebrar juntos el paso de Dios en nuestras vidas.
La vigilancia nos ayuda a no caer en la tentación, en el abandono de la importancia de estar con el Señor y a la importancia de permanecer despiertos para reconocer su rostro, acoger su “soplo” y dejarnos guiar por él y no por nuestras pequeñeces.
Sólo en una atenta espera, en una gozosa esperanza lograremos una presencia carismática en nuestros apostolados y en la fidelidad al carisma de nuestros fundadores y fundadoras.
¿Cómo expreso mi fidelidad al Señor, mi espera gozosa en los cambios y signos de los nuevos tiempos?
Leave a comment