Hno. Joaquín Blanco
Hermanos Menesianos
Evangelio según San Lucas 10,1-12.17-20.
“En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él”.
“Nosotros, los religiosos y religiosas de Chile queremos hoy ponernos entre los setenta y dos que Tú , Señor, envías a realizar tus mismas obras , a todos los pueblos participando así en la proyección universal de tu misión que el evangelista Lucas explicita con el número simbólico de setenta y dos.
Ubicados en el grupo de los setenta y dos, te escuchamos Señor:
“Rueguen al dueño de la mies que mande obreros a su mies…” ¡Lo primero es orar, centrar nuestra vida personal y comunitaria en Ti, en tu Proyecto de Reino, en tu amor misericordioso.
“Pónganse en camino… como corderos en medio de lobos…no lleven nada… no se detengan”
El Papa Francisco nos repite tus mismas palabras:
“Salgan”: “Prefiero mil veces una vida religiosa accidentada a una que esté enferma por encerrarse en sí misma”.
“Salgan” de sus costumbres y estructuras caducas que ya no anuncian la novedad del evangelio
“Salgan” de su mentalidad “clerical y principesca” tan alejada del estilo del Reino. Ustedes huelan a oveja.
“Salgan” a las periferias existenciales que esperan su presencia humilde y su esperanza viva.
“Salgan” de sus comunidades perdidas en “sus” problemas generacionales, relacionales, de envejecimiento, de caminar cansino… y pónganse en camino hacia los últimos.
“Salgan” de su Iglesia ensimismada y avergonzada y dejen que la vida de los excluidos les regale la perspectiva misericordiosa de Jesús.
“Salgan”. No hay que esperar a nada. No me retengan en sus comunidades, parroquias o colegios…. Yo he venido para quienes están cansados y angustiados. Un poco de misericordia hará este mundo menos frío y más humano.
“No lleven bolsas, alforjas ni sandalias de repuesto”. Salgan al encuentro de la vida joven y anciana, excluida y pobre, destrozada y decepcionada , de manera sencilla y humilde. Sin privilegios ni estructuras de poder. Nada que imponer. Contagien con su alegría la fe en Jesús y la confianza en el Padre. Sean siempre misericordiosos como el Padre es misericordioso.
Cuando entren en una casa, digan:”Paz a esta casa”. Esto es lo primero. Dejen a un lado las condenas y las críticas amargas. Ustedes dediquen su vida a curar enfermos, levantar caídos, aliviar los sufrimientos de todos. Susurren a las víctimas de la droga, de la violencia, de la injusticia, de la ambición y del consumismo que Yo estoy con ellos, que me conmuevo y lloro con su dolor, que todo vuelve a ser posible porque mi nombre es misericordia.
Hagan saber a todos con su forma de ubicarse en la vida y con su palabra amorosa que Yo soy Padre que está cerca y quiero verlos trabajando por una vida más humana. Esta es la gran noticia del reino de Dios que ustedes, en mi nombre, deben proclamar sin descanso”.
También nosotros, Señor, volvemos a Ti muy contentos pues hasta los demonios de la mediocridad y de la desilusión desaparecen cuando salimos contigo y como Tú a buscar la oveja que estaba perdida.
Y nuestro corazón, Señor, se confía a tu misericordia: Como vida religiosa chilena, ¿estamos en salida? ¿Hacia dónde hemos caminado desde que el Papa Francisco volvió a proclamar el evangelio que leemos hoy? Personalmente, comunitariamente y congregacionalmente ¿estamos caminando hacia las periferias existenciales sin alforja, apurados, sin detenernos…?
¿Vivimos con miedo a la novedad? ¿Seguimos queriendo sentirnos seguros, teniendo todo bajo control, construyendo nosotros, programando nosotros, planificando nosotros nuestra vida según nuestros esquemas, seguridades y gustos?
¿Estamos ya recorriendo caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o seguimos atrincherados en estructuras y mentalidades que han perdido la capacidad de respuesta?”
Tú, Señor, nos acoges misericordioso:
“Miren. Les he dado potestad para pisotear las serpientes de la desidia y la autorreferencia y también para destrozar los escorpiones del desencanto y del pesimismo y todo el ejército de tentaciones que les rodea. Todo eso nada puede contra ustedes porque yo les he llamado para que estén conmigo. Sin embargo, no estén alegres por la enorme labor apostólica que realizan ni porque dicen maravillas de su entrega. Ustedes estén alegres porque sus nombres están inscritos para siempre en el cielo”.
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