«¿Qué signo nos muestras para obrar así?»
Hno. Joaquín Blanco
Hermanos Menesianos
Evangelio Según San Juan 2, 13-25
“Jesús sube al Templo para destruir el Templo… Jesús, al subir hacia el Templo, es el Transfigurado de la montaña contra los escribas disecados en los pergaminos, el Mesías del nuevo Reino contra el usurpador del reino envilecido en las componendas y putrefacto en las infamias. Es el Evangelio frente a la Ley, el Futuro frente al Pasado, el Fuego del Amor frente a las cenizas de la Letra. Ha llegado el día del choque y del golpe”. (Giovanni Papini)
Todos sentimos y sabemos que el sentido de nuestra vida consagrada es “ser signo profético del Reino” pues existimos como consagrados para buscar vivir el mismo estilo de vida que Jesús vivió en este mundo.
“¿Qué signos del Reino ofrecemos los consagrados a nuestros contemporáneos?
Estoy seguro que si preguntamos a los jóvenes muchos de ellos nos dirán que olemos a “viejo” y a “pasado”. Algunos dirán incluso que “olemos de forma insoportable”…
Y sin embargo, la inmensa mayoría de nosotros buscamos humildemente vivir honestamente, cumplir nuestros compromisos, servir a los demás, entregar la vida…
Pero tal vez, contemplando en el Evangelio de hoy el “templo contra el que Jesús se rebela” podemos pedir a Jesús que “purifique nuestras vidas personales, comunitarias, institucionales” para:
- Pasar del cumplir oraciones y liturgias a convertir nuestros tiempos de oración en “experiencias del Dios que quema, purifica y abre horizontes en opciones, estilos de vida, preferencias y modos de vivir”
- Dejar las Eucaristías rutinarias y transformarlas en “experiencias de mesa compartida donde el perdón mutuo, la escucha de la Palabra, la apertura a los últimos y la alegría de compartir Su Cuerpo nos llenen de servicio y gratuidad”.
- Abandonar espiritualidades individualistas donde cada uno se arregla con “su dios” para “caminar juntos sabiéndonos siempre acompañados por Él – también ahora- en nuestro caminar hacia el Reino”.
Y cuando en nuestra sociedad resuena con voz ronca: “¿Qué cosa son los consagrados? ¿Qué signos ofrecen para que creamos en el Dios de la Vida?
Nosotros y nosotras sin palabras, sin reconocimiento alguno, sin añoranzas, sin miedo, callados, humildes, con rostro sonriente simplemente:
- Elegimos practicar la misericordia incondicional con todos y siempre en nuestras comunidades y en nuestra misión apostólica…
- Preferimos – sin traidoras racionalizaciones – los últimos lugares sociales y culturales para nuestras casas y nuestra misión.
- Renunciamos a todo tipo de privilegios en el trato personal y social, en nuestras comunidades e instituciones para vivir de forma simple y sencilla.
- Nos reconocemos sinceramente pecadores y necesitados de misericordia por parte de nuestros hermanos y por parte de la gente que nos rodea.
- Expulsamos de nuestro vocabulario y de nuestro estilo de hacer y de ser todo lo que suene a creernos mejores que los demás o considerarnos sabios y expertos en Evangelio.
- Caminamos codo a codo con los que van más lentos, con los que se quedaron atrás en nuestro crecimiento económico y social solo para compartir con ellos cómo se construye Reino desde esos lugares nunca deseados.
- Amamos no ser reconocidos socialmente compartiendo, como lo que somos, lugares y experiencias con los pecadores.
- Destruimos los templos sagrados de nuestras instituciones para convertirlos en instancias de justicia, de ternura, de acogida, de misericordia y de agradecimiento.
Oremos juntos pidiendo al Señor Jesús que “pueda confiar en nosotros solo porque nos conoce a todos y sabe lo que hay en nosotros”.
Leave a comment