Hna. Lourdes López fmm
Franciscanas Misioneras de María
Durante casi todo este año, la vida nos ha sorprendido, nuestras actividades se han volcado y tuvimos que hacer un alto, que nos ha permitido, por un lado reencontrarnos con nuestra esencia y por el otro confrontarnos con nuestras incongruencias.
Este tiempo de pandemia se ha convertido (probablemente) en un tiempo de desierto, un tiempo de soledades, de quedarnos en la desnudez de la experiencia de incluso no poder celebrar en comunidad nuestra fé y fortalecernos en el camino… nos hemos quedado sin programas, nuestras estructuras han tenido que adaptarse a una situación «en línea» que limita el contacto humano, la cercanía del abrazo, incluso la escucha en el compartir los alimentos.
En fin, es un tiempo difícil o un Kairós, y aquí creo que está la clave de este Adviento; se nos ha abierto la hermosa y tremenda oportunidad de mirarnos sin máscaras, pero sobretodo, dejarnos mirar por el Dios de Nuestra Alianza. Y ciertamente, esto no es fácil, el desafío está en atrevernos a acoger nuestras vulnerabilidades en nuestros desiertos.
Hoy, en este camino de adviento, la liturgia nos provoca a arriesgarnos a ir al inicio del Evangelio de Jesús, que toca nuestra historia personal, que nos hace re-cordar «traer de nuevo al corazón» la historia de Dios en nuestra vida… tenemos un tiempo privilegiado para hacer una relectura de nuestro caminar, dejarnos acompañar por quienes abren el camino de Jesús, quienes nos cuestionan, nos retan a ir más profundamente en nuestro desierto… a encontrar el espacio interno donde Dios es…
¿Cómo será la vida después del COVID? Creo que nadie puede imaginarlo, solamente puedo vislumbrar que si de verdad tomamos este tiempo como un Kairos, como un tiempo de Dios, nuestro Bautismo será renovado en una comprensión más plena de la experiencia de ser hijo, hija de Dios, sólo allí es que el llamado a ser profetas y profetisas se concreta en la esperanza que podemos aportar a este mundo roto aún a través de nuestras vidas resquebrajadas.