CAMINANDO HACIA LA PASCUA
P. Hernán Vargas, Pasionista.
El miércoles pasado hemos iniciado nuestro itinerario hacia la luz pascual, hemos comenzado el camino de un nuevo éxodo hacia la Pascua a través del desierto cuaresmal (Prefacio de Cuaresma V). Para iniciar este itinerario hacemos memoria de dos experiencias paradigmáticas de desierto: la del pueblo de Israel y la de Jesús de Nazaret. Este domingo meditamos el texto de Mt 4, 1-11. Ambos viven la experiencia del desierto y de las tentaciones.
En su largo recorrido de 40 años por el desierto, Israel sufre la tentación de la idolatría y de volver a un pasado de opresión, esclavitud y sufrimiento. Echan de menos las ollas de carnes y las cebollas de Egipto.
Pero Dios, en su misericordia, no abandona la obra de sus manos. En la travesía por el desierto, Dios acompaña y alimenta a su pueblo, que va en busca de libertad hacia la tierra que mana leche y miel, con tres medio: agua, maná y palabra. Hoy la Iglesia, pueblo peregrino en camino hacia la Pascua, cuenta con tres alimentos para vencer las tentaciones y no desfallecer en el camino: el surtidor de agua, que es el Espíritu de Vida, la Eucaristía, el pan de Vida multiplicado, partido, compartido y repartido, y el Evangelio de la Vida. Sabemos que la palabra del Señor es espíritu y vida.
Según el Evangelio de hoy, el tentador intenta seducir a Jesús de Nazaret para que a) use el poder en beneficio personal b) ponga a prueba el amor predilecto de su Padre y c) posea reinos para dominar. En tu meditación y reflexión personal y/o comunitaria, trata de ponerle nombre e identificar y actualizar estas tres tentaciones que fácilmente pueden asediarnos y seducirnos.
El Papa Francisco, en el documento Evangelii Gaudium, párrafos del 76 al 109, describe algunas tentaciones de los agentes pastorales. Hoy es un momento oportuno para leerlas, meditarlas y reaccionar.
Ante las propuestas del Tentador, Jesús encontró su respuesta y su apoyo en la Palabra de Dios: “Está escrito”. Y sagazmente el demonio también usará la palabra de Dios para justificar sus propuestas tentadoras. Es la Palabra la que le da a Jesús fortaleza, sabiduría y luz para discernir y vencer las seducciones del Tentador. Apoyado en la Palabra y conducido por el Espíritu, Jesús mantiene su fidelidad filial al Padre.
Caminando por el desierto cuaresmal nos iremos preparando para llegar a la vigilia pascual con el corazón fortalecido y renovar lúcidamente las promesas bautismales. Sólo así podremos renunciar sinceramente a todas las posibles seducciones del Tentador que nos impiden ser mujeres nuevas y hombres nuevos, renacidos en el Bautismo, primera pascua de los creyentes y fuente de humanidad nueva.
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