Abrazar a Su Pueblo (Mc. 10,2-16)
Lourdes López, fmm
Jesús tiene una reacción interesante en este Evangelio, ante los fariseos que querían ponerle a prueba; es una respuesta poco convencional; tal vez sería mucho más fácil limitarse a responder con la ley, con las Escrituras y sin embargo, nos llama la atención hacia algo más profundo: ¿Qué es eso que Dios ha unido en nuestras vidas? Porque finalmente, como personas consagradas, no tenemos un vínculo matrimonial; lo más fácil sería “dejar” este Evangelio para las personas casadas, pero creo que también podríamos aceptar la invitación a volver una vez más a aquella primera invitación de Dios, aquello que Dios ha unido en nuestro camino vocacional y que, aún si dejáramos la vida consagrada, seguiría unido en lo más íntimo.
La experiencia del Amor Incondicional y Misericordioso de Dios que nos ha literalmente “sacado” de nuestro entorno y nos ha lanzado hacia horizontes tan distintos y tan abiertos… Probablemente, en el cansancio de lo cotidiano, podemos de vez en cuando caer en ese adulterio de perder de vista lo esencial de nuestra vocación y llenarla de normativas y ritos vacíos que nos alejan de nuestro primer amor. Ese destello de Dios que nos tomó por sorpresa y que nos apasiona.
Y… ¿dónde reencontrar ese destello de Dios?
Creo que en las cosas esenciales en la vida, que son las más simples; aquellos pequeños rituales cotidianos que nos conectan, en lo profundo con la Presencia de Dios en nuestra vida. La mirada o la sonrisa de un niño; derrochar el tiempo con una amiga o amigo compartiendo un café, perdiéndose en anécdotas y sueños… ésos son los destellos de Dios.
Y eso implica dejarnos tocar por los más pequeños, a veces con sus manos sucias, con sus lágrimas o llenos de lodo por haber jugado; y eso quiere decir, dejarnos “ensuciar” por el Amor.
A veces, el trabajo, las reglas, las responsabilidades, nuestras auto-exigencias, la imagen que proyectamos hacia los demás son como una gran jaula en la que nos vamos encerrando y en la que se nos va escapando lo más esencial. Saber contemplar el Amor en quienes caminan a nuestro lado, abrazando una y otra vez a quienes amamos y a quienes Dios nos ha puesto en el Camino para acompañarnos mutuamente.
Esta semana, la guerra se ha recrudecido en el Medio Oriente y las guerras en otras partes continúan: Myanmar, Ucrania, República Democrática del Congo… miles de personas mueren y son desplazadas por una idea de supremacía racial y religiosa; nuestras vidas están tocadas profundamente por estos rostros, estas vidas rotas.
También ha comenzado la segunda sesión del Sínodo, con muchas expectativas, con muchos temas escabrosos a tratar. Dejemos resonar en el corazón las invitaciones lanzadas por Timothy Radcliffe OP a los participantes del Sínodo, durante el retiro previo:
- Debemos ser conscientes a la Presencia de Dios y escuchar el grito de quienes lloran.
- La llamada a escuchar con el corazón abierto.
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
Permitamos pues a este Dios Ternura abrazar a su pueblo a través de nuestras vidas entregadas por Amor y bendecirle a través de nuestro compromiso solidario.