“Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo”
Marcos 6, 1-6a
Sandra Lucarelli Castagno
Religiosa de María Inmaculada
A medida que pasa el tiempo y vuelvo a leer una y otra vez, los trozos de la Palabra de Dios, que la liturgia universal nos regala cada día y cada domingo, para compartir como Iglesia el mensaje de Dios a nosotros, más me sorprendo con qué lucidez los autores sagrados, van reflejando la realidad de nuestra condición humana. Los vaivenes de nuestras emociones, y las consecuentes actitudes y situaciones que se derivan, en nuestras dinámicas relacionales, trascienden las barreras culturales y de época, los diferentes escenarios y contextos, para dejar al descubierto, aquello que constituye las razones de nuestras fragilidades y las búsquedas más profundas de Jesús, para mostrarnos el Reino que vino a instalar entre nosotros. En este caso, el Señor encontró cerrados los corazones de “los suyos”, los que lo conocían por ser de la zona donde había nacido, porque sabían su procedencia u origen humanamente humilde, hijo de un carpintero y de una mujer del pueblo… Alguien así, no podía venir a decirles un mensaje nuevo, un nuevo modo de leer la Escritura, no desde la ley, sino desde el amor. Cerraron ojos y corazón a ver la manifestación de Dios en los milagros de vida y de sanación en aquellos que se dejaron tocar. Los miedos a reconocer que no lo sabían todo, a que podían perder el poder y el control, que proporciona lo ya sabido, lo ya establecido, lo que siempre resultó y se hizo de una determinada manera. Jesús se convirtió para ellos en motivo de escándalo.
¿Y nosotros, no estaremos en algunos casos, en esa misma actitud, cuando no dejamos que la novedad del Espíritu a veces muy evidente, nos desinstale, nos mueva el piso, simplemente porque proviene, en su manifestación, de algún hermano nuestro que se constituye en amenaza, porque cuestiona mis seguridades, mis privilegios, mis saberes, mi experiencia? ¡Cuánta vida perdida en la crítica desde la competencia, en la falta de escucha real de los clamores de los hermanos más cercanos, sencillamente porque nos conocemos, porque somos de la misma institución, o el mismo equipo apostólico, parroquial o congregacional!
Dejemos acontecer el milagro de la vida, el amor, la misericordia, porque dejamos entrar al Señor de la Historia, porque está a la puerta llamando, quizás en el rostro de los más cercanos…
No nos perdamos en nuestras seguridades… Atrevámonos a desenmascarar esas emociones y sentimientos que nos alejan del Señor, que enmarañan nuestros razonamientos con argumentos egoístas y nos impiden ser verdaderos testigos de ese Jesús, que encarna un mensaje que sin duda para nuestro mundo, sigue siendo escandaloso… Corramos el riesgo de ser “escándalo” para nuestros ambientes donde vivimos, por encarnar con la vida entregada, desde nuestra vocación y consagración, testimonio de esa LUZ y de ese AMOR sin límite de Dios por nosotros.
