Dios se nos revela en los pobres de cada tiempo
Hna. Claudia Lazcano C. MSsR.
Evangelio según San Mateo 11,25-30
En este domingo decimocuarto del tiempo ordinario, el Evangelista Mateo nos da a conocer una reacción jubilosa de Jesús ante los frutos de la misión de los apóstoles. Es una plegaria hermosa, por la manifestación Dios Padre a través de los pobres de su tiempo, los marginados: “Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla”. Ciertamente estás palabras hechas oración están llenas de gozo por las buenas noticias de los discípulos, quienes había no solo bebido de la fuente que era Jesús mismo para la misión sino que lograron reconocer el paso de Dios y la expresión de su amor, en aquellos que eran menos visibles para la sociedad. Cada tiempo es una oportunidad para alabar al Señor por las maravillas en las cuales se va manifestando a sus discípulos, por ello, se puede decir que hoy nuevamente Espíritu irrumpe, buscando formas para ponernos en dialogo con Dios a través de las nuevas realidades, presentes en las urgencias pastorales de la Iglesia y que son una oportunidad para los distintos carismas de nuestras Congregaciones; ser el buen olor que Cristo espera suba al cielo como ofrenda al Padre. “Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo se lo quiera dar a conocer”.
La opción por los más pobres y marginados es un llamado a querer conocer el mensaje siempre nuevo que Dios y que su Hijo quiere dar a conocer en cada tiempo, para ello es necesario buscar nuevos caminos y ser creativos para dar una respuesta asertiva y generosa que nos sitúe en disposición de escucha para acoger y dejarse evangelizar por quienes la sociedad ha silenciado: hermanos y hermanas inmigrantes, privados de libertad, mujeres sometidas a violencia en sus propios hogares, adictos dependientes o abuso a menores por mencionar algunos. Son rostros que nos duelen, nos afectan y cada vez son más visibles. No solo se han globalizado las comunicaciones, economía o tecnología, asimismo los valores se van diluyendo en medio de todos estos cambios llenándonos de inseguridades, prejuicios, miedos y acentuando rasgos narcisistas, individualistas o exitistas que poco tienen de la pedagogía de Jesús, la cual se refleja en esta invitación: “Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré”.
Cada Congregación con su carisma debe trazar nuevas sendas y estas necesitan construirse, superando el asistencialismo y animando a los más vulnerados a ser protagonistas de sus vidas. A no hablar por ellos sino que recuperen su voz. Es formar conciencia social y personal de que son sujetos de la evangelización y de la promoción integral del ser humano como nos dice Aparecida (N°398) Para ello hay que convertirse en servidores y servidoras, humildes capaces de negarse a sí mismo y anunciar a Jesús. Es dejarse guiar, con la certeza de que en esa persona Dios habita y es un regalo único. Reconocer que en ese encuentro hay una Palabra que es instrumento de conversión para quien la oye. Es permitirse salir del individualismo religioso, de la zona de confort complaciente para dar paso al testigo fiel que busca dar conocer al Dios Redentor, con cruz incluida. Dios nos visita a diario, siempre espera una respuesta total y radical. ¡Un cambio!
Es dejar que el evangelio se revele en la sencillez de un corazón convertido, que se abre para abandonarse en Dios. Es ser mujeres y hombres apóstoles, al servicio de los rostros sufrientes de este tiempo porque el amor de Dios solo da sentido a nuestra consagración si se practica y exige justicia para todos.
“Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso. Pues mi yugo es suave y mi carga liviana»
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