Te revelas en nuestra vulnerabilidad
Mateo 11,25-30
Lourdes López Munguía, fmm
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Hoy resuena en mi corazón la palabra REVELAR…
Percibo que vivimos en el miedo de “revelar” nuestra vida y nuestra verdad a las personas con quienes vivimos; sobre todo como personas consagradas, vivimos en comunidades, nos hemos herido en el camino, hemos hablado a nuestras espaldas, nos hemos traicionado y allí está el origen de nuestro miedo a permitir a otros y otras entrar en nuestra intimidad.
Porque revelarnos a otras personas nos hace vulnerables; dejamos al descubierto nuestras luces y sombras, aquello que tal vez puede ser utilizado para herirnos. Pensamos demasiado en lo que debo decir, lo que debo hacer, quiénes pueden ser mis amistades, en realidad estamos bajo el yugo del qué dirán.
Cargamos en nuestros corazones un dolor que nos hace construir protecciones, fronteras en lugar de puertas y puentes. Cargamos entonces fardos pesados por el resentimiento y la ausencia de diálogo en nuestras comunidades, incluso el haber salido de una comunidad sin haber hablado con las hermanas y hermanos sobre lo vivido, sin haber vivido un momento de reconciliación auténtico… Ese no es el yugo de Jesús…
Jesús, en plena libertad exclama sin tapujos: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”.
La Revelación de Dios, es la muestra profunda de su Amor, se muestra el Dios Vulnerable ante sus hijos e hijas y es justamente eso que Jesús agradece, es el grito auténtico del Hijo que se siente amado incondicionalmente por Dios Padre-Madre y es, solamente desde esta experiencia, que él mismo puede amar profundamente a quienes están con El.
Tengo ante mis ojos una imagen que tomé hace algunas semanas con Zawadi, que en Swahili significa Regalo… Esta pequeña de 7 meses que llegó a nuestro centro a penas con días de nacida ha crecido a nuestro lado; su presencia me hace re-conocer la autenticidad y simplicidad del Amor Vulnerable, una confianza profunda, aún tras haber sido abandonada por su madre.
Probablemente, cada vez que leemos ésta Perícopa del Evangelio es una invitación a volver al origen del Amor verdadero, al origen de Nuestra Experiencia Fundante aquella que nos dejó en la Vulnerabilidad más profunda y la Libertad más auténtica, aquella que vino del Amor de Dios Misericordia y que nos invita hoy a dejarnos contemplar por el Dios Vulnerable que nos Ama Incondicionalmente. Es en ese Espacio Sagrado donde podremos re-conocer a los y las Anawin de Dios; es ahí… cuando se han caído los muros y fronteras que nos “protegen” y nos separan donde podemos limpiar nuestra mirada para contemplar a Dios en el pueblo con quienes caminamos, es ahí, donde nuestra sensibilidad logra captar el dolor de mi hermano y hermana para hacernos acompañantes… En la gratitud de reconocernos profundamente amados y amadas.