«Sí, tu eres el hijo de Dios»
(Lc 4, 3)
Hna. Yolanda Guajardo G.
En este primer Domingo de cuaresma, el Evangelista San Lucas nos lleva a reflexionar en 40 días, a lo más profundo de nuestro corazón, eso que solos experimentamos y tenemos que enfrentar; esas decisiones a las cuales nos enfrentamos a diario y que involucran nuestra vida futura, ya que nada se detiene. La Biblia nos presenta el desierto, lugar adonde Dios lleva a sus mejores amigos, para enseñarlos, orientarlos a que tomen grandes decisiones y colaboren en su bella tarea de instaurar su Reino, para que todos conozcan a Dios lo experimentan a través de esas personas que Él lleva al desierto para que después de aprender lo representen en la misión que les encomienda. El desierto la gran escuela, donde se preparan los grandes maestros que enseñarán y trasmitirán a millones de personas en el presente y en el futuro, podríamos nombrar a esos que vivenciaron el desierto, el profeta Elías, Abraham y Moisés. Nosotros nos detenemos en Jesús que es nuestro maestro, de él recibimos todas las enseñanzas.
En este tiempo de cuaresma debemos estar atentos ya que también seremos llevados y guiados por el Espíritu al desierto, donde nos enfrentaremos a eso que debemos decidir y que involucra nuestra vida y la de los demás; nos encontraremos con un abanico de cosas que son buenas, pero no importantes ni trascendentales y escucharemos como Jesús “sí, tú eres hijo de Dios…lo puedes hacer y no te pasará nada, aquí viene lo que nosotros tenemos que aplicar a ejemplo de Jesús, nuestra mejor arma, nuestro mejor escudo la forma de protegernos es “ la escritura” La Palabra de Dios. Que leímos, que dice, que enseña, que orienta, que camino ilumina, que luz de vida nos muestra, de que nos habla para saber tomar buenas decisiones y como Jesús, salir fortalecidos a la misión, poder realizar lo que Jesús realizó, es ese gran instrumento que Dios necesita en estos momentos donde todos están olvidando a Dios y se discierne pensando en los propios intereses y beneficios, olvidando al que Dios nos pide que ayudemos, como fue la tarea de Jesús, llegar a los más olvidados, darles la esperanza de un mundo mejor, integrarlos a una sociedad que los dejó fuera de sus muros, especialmente a los niños que en los tiempos de Jesús y hoy no varía mucho, es el que no significa nada y sin embargo, es el futuro de un mundo que los maltrata.
Un fraternal abrazo a todos los que lean esta sencilla reflexión e imploremos al Señor que seamos asistidos y fortalecidos con el Espíritu como lo fue Él.