Volver sobre nuestros pasos.
(Lc 17, 11-19)
Hna. Lourdes Lopez
Franciscanas Misioneras de Maria
En nuestra dinámica de vida, estamos «enganchados/as» a muchas actividades, reuniones, servicios y ésto se ha incrementado ante la disminución de hermanos y hermanas en nuestras comunidades. La agitación que vivimos nos «desconecta» de lo esencial.
Pareciera entonces, que una agenda llena, habla de una vida vivida a concho; sin embargo, me da la impresión que toda esta dinámica crea una niebla alrededor nuestro que nos impide mirar, acoger, reconocer los milagros de Dios en lo cotidiano.
Quizás también se nos va «pegando la lepra», la lepra de las injusticias sociales, de los dolores de nuestros pueblos, de nuestras relaciones en comunidad, a veces rotas porque no se ha dado el tiempo y el espacio para sanar o por nuestros miedos a develar nuestras vulnerabilidades.
Creo que es necesario acercarnos a Jesús, dejar que nos limpie, que nos envíe a dar testimonio…
Y sí, podemos ser de los 10 que recibieron la sanación y lo hemos sido… hemos sido misericordiados/as… y quizá en la vorágine de la vida no nos damos tiempo para acoger esa misma sanación… dada en un abrazo, en un café compartido, en un detalle.
Por ello hoy se me hace esencial remarcar ese «volver sobre nuestros pasos», poder releer lo que voy viviendo, contar una y otra vez la propia historia… hasta poder agradecer con el corazón
Y es así que puedo compartir un poco del camino…
En éstas semanas, estoy terminando un tiempo de sanación, una encrucijada justo después de un tiempo muy intenso en la misión. Muchas veces, nos toca ver, recibir y abrazar el dolor de otras personas y, al menos en lo que yo viví, no me dí cuenta de cuánto dolor se había quedado en mi cuerpo y corazón.
Son esos tiempos y espacios en nuestra vida en los que se nos hace necesario recorrer una vez más el camino hecho… «volver sobre nuestros pasos», no como una repetición de la historia sino como un Kairós… un tiempo en el que la oruga entra en el capullo para resurgir… Resucitar.
Y tal vez no es posible resurgir totalmente, tal vez la lepra siempre nos acompaña porque cada vez que regreso a mí misma, Dios redime un poco más de esto que soy… un pequeño intento de ir siendo hermana…
Solamente en el reconocimiento de lo que Dios ha hecho con cada uno y una que podemos ser un destello de su Amor… porque en última instancia nuestra acción de gracias es en la vida misma:
«Lo que redimiste Jesús, da vida ahora a tu pueblo»