JESÚS ES LA MANIESTACIÓN EN PLENITUD DEL AMOR DE DIOS.
Tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su hijo unigénito”
Hna. Cecilia Ancapán E.
Religiosa Filipense
En este IV Domingo de Cuaresma el Evangelio de Juan 3,14-21 nos invita a reflexionar un hermoso texto del extraordinario acto de entrega del Hijo de Dios como redentor del mundo y hace un paralelo con el texto en que Moisés en el desierto levanta la serpiente como signo de salvación.
Este mismo Don lo hemos recibido cada uno de nosotros por eso, nuestra oración es pedir al Señor con insistencia que aumente nuestra FE para creer en este gran regalo de la vida eterna, ya hemos sido redimido por Jesús, que entrega la vida sin reservar nada para sí. la redención a través de Jesús no es solo un concepto abstracto, sino una realidad que cada uno de nosotros experimenta.
Estamos llamados a hacer vida esta realidad, siendo luz para los demás y a obrar el bien, en todas las realidades que nos acompañan en el día a día.
Nuestra vida y testimonio debe motivar a otros al compromiso de ser anunciadores de su presencia para que llegue a todos los rincones sobre todo a aquellos donde habita el dolor, la soledad y la desesperanza y en aquellas realidades que viven en la oscuridad.
La cuaresma es el camino que nos prepara para llegar a la meta porque, somos llamados a vivir según el Evangelio, palabra viva que se encarna y acompaña nuestra vida haciendo posible la realidad salvífica de Dios en nosotros. Un camino que exige convertir el corazón y purificar nuestros pensamientos palabras y obras, para vivir con fidelidad y dar respuesta al llamado del Señor.
En este tiempo que nos preparamos para vivir y recordar este gran acontecimiento donde Jesús pasando por la cruz y resucitando nos da la vida y una vida que no termina en el dolor y la muerte el camino de conversión no se limita a rituales, sino que exige una transformación interior, purificando nuestros pensamientos, palabras y acciones. Nos invita a vivir con fidelidad y a responder al Señor de manera auténtica.
Así, nuestra vida y testimonio deben convertirse en faros que motivan a otros a comprometerse en la difusión de la presencia de Dios. Es un llamado a iluminar los rincones oscuros irradiando la luz de la esperanza y la salvación.
Que el Señor nos regale a todos un bendecido domingo y una gran semana.