Hermana Teresa Figueroa Martínez
Carmelita Misionera
Al leer el texto del evangelio, me siento exhortada a realizar una profunda reflexión sobre la vida personal, la vida de la iglesia, la vida social y me pregunto ¿mi corazón, mi vida está en Jesús y el reino? ¿Cuáles son los tesoros que llenan mi corazón?
Comenzando el texto Jesús dice: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino” entonces lo único que nos debe preocupar es el Reino de Dios. Y vivir el reino trae una serie de consecuencias: “liberarnos de todos aquellos bienes que nos impiden ser libres para amar”, para entregarnos de lleno a los hermanos y hermanas, a vivir la solidaridad, a practicar la justicia, a luchar por la paz, a luchar contra la desesperanza al ver y sufrir que hemos sido anti- reino, acumuladores de poder, de riquezas materiales y tantas otras, negando a Dios con nuestras actitudes y formas de vivir.
Estamos llamadas y llamados a rescatar los valores del Reino. A aceptar a Dios en nuestra vida, querer que nuestra voluntad sea semejante a la suya. Permitir que Él pueda reinar en nuestras vidas.
Sólo confiando en Dios, andaremos ligeros de equipaje, desprendidos, libres y dispondremos nuestros bienes para el servicio a los más pobres. Bienes materiales, pero también la acogida, el afecto, el abrazo, el consuelo, la esperanza, la fe, la caridad, el respeto, la misericordia… y tantos otros bienes que se nos ha regalado.
Somos administradores y no acumuladores. El administrador sabe ver las necesidades, establecer prioridades, entregarse en servicio a los demás. Sabe disponer oportunamente de los bienes para quien lo necesite. El acumulador quiere todo para sí, pierde el centro, el foco, el Reino y por último se pierde, asimismo. Envenena su vida y las relaciones con los demás.
Continúa el evangelio invitándonos a tener actitudes muy claras: la fidelidad, estar siempre preparados, a estar en vela, así seremos bienaventurados. Porque a quién mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, aún más se le pedirá.
Que mejor bienaventuranza que aquella en la que Dios nos sentará a la mesa y acercándose, Él mismo nos servirá. El amor genera vida y crea fraternidad.
PARA REFLEXIONAR
¿Qué hago con mi tiempo? ¿Cómo lo aprovecho? ¿Me esfuerzo por vivir desde la fe, todas horas de mi vida? ¿Son hermanos lo que veo o son enemigos que me amenazan y de los que me tengo que defender? ¿Estoy consciente que soy administrador(a) de los bienes?
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