“estén atentos porque no conocen el día ni la hora”
Mt. 25, 13
Hna. Claudia González, ap
La parábola que nos presenta el Evangelio de Mateo este domingo, se encuentra en el contexto del discurso escatológico que precede a la narración de la Pasión. Mediante diferentes comparaciones el Señor quiere preparar a sus discípulos con miras a aquellas situaciones que ocurrirán en un “futuro”: su muerte y resurrección y el encuentro definitivo con Él.
La imagen utilizada en la parábola es la de la “boda” que para los judíos evoca la “alianza”, la promesa de “ellos serán mi pueblo y Yo seré su Dios” (cfr Ex 6,7) que será verificada en el Sinaí (cfr Ex 19) y que sella la vocación del pueblo elegido: estar con su Dios.
Este acontecimiento de alegría, como ciertamente lo es una boda, se puede ver empañado por no tomar las precauciones necesarias para no verse marginado de ella (cf Lc 14,15ss). En la parábola, Jesús nos advierte que la demora del novio no es la causa de quedarse fuera del banquete nupcial, sino la falta de previsión por parte de quienes están llamados a participar en el.
El discípulo entonces ha de mantenerse vigilante porque la radicalidad de su seguimiento le exige no centrarse en saber ¿cuándo sucederá? sino en estar preparado cuando suceda. Ciertamente “esperar lo futuro” no significa “desentenderse del presente”, darle espalda;todo lo contrario: acogiendo el “aquí y ahora” ir caminando, avanzando, hacia ese encuentro en donde se cumplirá la promesa que hemos recibido, ir pidiendo cada día la gracia discernir entre aquello que nos va distanciando del Señor y aquello que nos prepara cada vez más al encuentro con Él (cfr. Mt. 25,31ss),
Frente a tanto dolor que nos rodea, especialmente la guerra que azota a diferentes países, volvamos a renovar nuestra confianza en el Señor y como María, cuyo mes celebramos, mantengámonos firmes en la espera pues, aunque no sabemos qué desafíos deberemos enfrentar, ciertamente sabemos que el Señor nos acompaña.