“Este es mi hijo amado en quien me complazco…”
Evangelio Lucas 9, 28b-36
Hna. Cecilia Ancapán
Religiosas Filipenses
Después de leer y reflexionar este significativo relato de la transfiguración en que queda de manifiesto la experiencia de contemplar junto a Pedro, los hermanos Santiago y Juan el anticipo de la muerte en cruz y resurrección de Jesús. Como la revelación que nos invita a fortalecer nuestra fe, sin que perdamos de vista que el Transfigurado del monte Tabor lleno de luz y belleza resplandeciente, lo encontraremos desfigurado en la cruz, que nos invita descubrir los rostros desfigurados de tantos hermanos y hermanas, pobres y sufrientes, que claman por la justicia y paz. Hay tantos motivos que nos llaman a pedir por estos hermanos nuestros que sufren situaciones de pobreza, abandono, soledad y desarraigo de su patria y los suyos, y hoy el impacto la guerra. Situaciones como estas dejan de manifiesto la ola de violencia, el sin sentido, de la injusticia y abuso del poder, que termina en una espiral que toca a toda la humanidad, donde los más débiles niños, mujeres y familias son las más afectadas. Olvidándonos que ellos son los predilectos, hijos amados de Dios. Con cuanto dolor y cuanta indiferencia nos encontramos, el Señor nos invita en este domingo a abrir nuestra mente y corazón para intensificar nuestra oración y testimonio comprometido con los más necesitados.
Tú que lees estas líneas, ¿cuáles son rostros desfigurados ansiosos de transfiguración que reconoces en tu entorno?
Seguramente podríamos mencionar a muchas personas y situaciones que en la actualidad nos tocan palpar y nos golpean en el hoy de nuestra historia.
Seguimos gustando la Palabra de Dios, en este Segundo Domingo de Cuaresma, donde contemplamos la manifestación de Dios en Jesús y el reconocimiento del Padre de su Hijo Amado, en quien tiene puesta toda su confianza para compartir la experiencia de transfiguración en nuestras vidas, así como los discípulos.
Sin duda es un momento privilegiado para profundizar este hermoso relato, para vivir un compromiso más radical cada día, que nos motiva a intensificar nuestra oración y vivir más íntimamente unidos a Jesús en este tiempo cuaresmal.
Cuando nos sentimos y transfigurados en nuestros encuentros con Dios, también nos sentimos elegidos y enviados a una misión, no para realizarla solos, sino en comunión con Él y con nuestros hermanos, para proclamar como Pedro “Maestro que bien estamos aquí…”
Feliz domingo para Todos…