«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido»
Hna. María Salomé Labra, ssps
Me impresiona esta afirmación de los discípulos ante Jesús y me pregunto, ¿cómo va mi respuesta a su invitación de seguirlo consagrando mi vida al anuncio de su amor misericordioso para con todos/as? ¿lo he dejado todo y lo estoy siguiendo en mi cotidiano vivir?
Reconozco que, en múltiples ocasiones, me sorprendo de mí misma. Me percibo como el joven rico, anhelando algo más, sintiendo que aún no he ofrecido todo lo que he recibido para dar y colaborar en hacer de este mundo que nos rodea, un espacio en que todos/as sin distinción se sienta en casa, cuidado y abrigado, respetado y amado por ser quien es.
Como consagrado/as, insertos en este mundo de cambios rápidos, complejos e inciertos donde nos enfrentamos a los crecientes desafíos que plantea el cambio climático; las innumerables migraciones de norte a sur y de este a oeste y viceversa, lo que va tensionando las relaciones nacionales e internacionales; el silencioso avance de diversas adicciones que favorecen la instalación de la corrupción y de las mafias a todo nivel en nuestros países; el afán permanente por alcanzar un nivel social que permita ser reconocido y respetado que parece inalcanzable y siempre exige más; el uso de la IA que nos pone a tono con el mundo actual y pone en tela de juicio nuestro modo de estar presentes… todo esto nos ubica, cuestiona y tensiona nuestras opciones invitándonos a resignificar y reconfigurar nuestros compromisos evangélicos.
Hoy, en la imagen del joven rico, pensando que “lo hemos dejado todo y lo seguimos” como lo afirman los discípulos, continuamos nuestro caminar dentro de una Iglesia que aprende a vivir en sinodalidad, preguntándonos:
- ¿Cómo necesitamos vivir para testimoniar la experiencia de amor de Dios que estamos viviendo en medio de nuestros ambientes?
- ¿Qué necesitamos dejar ir para ser una opción significativa para hombres y mujeres que buscan amar, dar sentido a su vida y ponerse al servicio de los hermanos/as?
- ¿Cuáles son las resistencias que me impiden dar los pasos concretos de cambio que con facilidad proclamo y qué, sin embargo, descubro que logro concretizar cómo desearía?
- ¿Quiero dejarme transformar? ¿Qué acción concreta necesito dar hoy para iniciar el camino?
Tu palabra Señor, nuevamente me/nos coloca ante la propia responsabilidad de no solo discernir que es lo mejor, sino también de ejercer la libertad que emerge de mi/nuestra capacidad de amar con ternura y pasión entregando todo lo recibido, en bien de una mayor humanidad en que todo/as se sientan hijo/as del mismo Padre Dios.