Este Evangelio me habla, sobre todo, de dos características importantes de la vida de Jesús.
La primera es que se ve, cómo en lo cotidiano, Jesús va descubriendo la voluntad de Dios y su misión. Como judío sabía que el Mesías vendría a salvar al pueblo de Israel. El encuentro y el diálogo con esta mujer extranjera y pagana, lo llevan a cambiar su idea y la idea arraigada en su cultura. El silencio de Jesús que no responde a la demanda de la cananea hace sentir que Jesús no sabía mucho cómo reaccionar. Se da tiempo para buscar en su interior una respuesta. Contrario a los apóstoles que reaccionan más instintivamente y quieren “salir del problema”.
Lo segundo que resalta este texto es la docilidad y la apertura de Jesús a los acontecimientos. Es flexible y abierto a lo nuevo, a lo distinto que se le va presentando en su vida. Jesús no está condicionado por las expectativas de los otros ni por las ideas de su Pueblo. Con esta actitud, Jesús hace caminos nuevos que amplían el Reinado de Dios y nos muestra una ruta a seguir.